Una lectura de los poemas k’aik’eados o las horas serenadas de Luis Pacho

Posted: lunes, junio 18, 2012 by Walter L. Bedregal Paz in
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darwin bedoya
 
El poeta leyendo textos suyos en la presentación de la muestra de poesía Hijos de puta, 15 poetas latinoamericanos 
 
C E R O: LAS AGUAS DE LA UBICACIÓN
Estos tiempos que vamos atravesando en nuestra literatura son los años de liquidación y consolidación de algunos libros y nombres en las letras de la poesía puneña. Para empezar, se reducen a cinco los nombres importantes de los poetas que alguna vez conformaron la Generación de Fin de Siglo o los años ‘90 en la poesía puneña. Entre estos cinco está el nombre de Luis Pacho, uno de los últimos en conformar y tener filiaciones, identidades y lecturas con aquel conjunto que, hasta hace un par de años atrás, era una lista de más de diez poetas, a partir de ahora se contará un antes y un después en este periodo de la poesía puneña.
 
 
U N O: CONTRACANTO DEL HUALAYCHO Y LA IMILLA
En la ya considerable Colección de poesía Letras de la Poesía Latinoamericana —van siete títulos publicados en esta colección— dirigida por Walter L. Bedregal Paz, conformando el segundo número de este repertorio, el poeta Luis Pacho ha publicado Horas de sirena, Grupo Editorial Hijos de la lluvia, 2010, 54 pp. Segundo libro del autor puneño. En este poemario el poeta brinda un homenaje a sus raíces altiplánicas a través de un mito nacido de un resquicio, quizá telúrico, que ha permitido un sincretismo genuino en el vasto altiplano. Estos son poemas en los que el mito, la mujer andina, el paisaje del ande y la poesía misma adquieren decisiva importancia y permanecen en la escritura de este poeta que empieza a consolidar su obra.
En Horas de sirena el poeta contempla un paisaje al que se ha fundido por determinadas vivencias. En cada poema se rescatan los sentimientos producidos durante la contemplación y la vida transcurrida del poeta. Se transmiten los pensamientos originales que cruzan por su mente. Luis Pacho recupera un tiempo olvidado y casi perdido en los pliegues de la oralidad del mundo andino. Esta presencia constante de la naturaleza altiplánica en estos textos tiene un sentido amplio, trascendente y va generando atmósferas que, sin duda, pertenecen genuinamente a un espacio mitológico que trata de explicar un suceso que alguna vez pudo haber ocurrido en la vida andina. La mayoría de estos poemas se caracterizan por el movimiento en el tiempo, ya hacia el futuro, ya hacia el pasado; pero en ellos siempre prevalece la idea de la unión. Es una poesía que une al hombre con la misma mitología y lo enfrenta con los enigmas de Huaquina, allá en las faldas del cerro Sapacollo, en Juli, con el misterio y con sus propias posibilidades como ser humano que piensa y siente.
En las dos últimas partes de Horas de sirena —las más logradas e intensas del poemario—, hace su aparición el hualaycho —alter ego del autor— y empieza su cántico dedicado a las imillas, es entonces que se da el lirismo desbocado, aquel que predomina junto a las referencias nativas-culturales y los nombres propios de cada imilla juleña. Aparecen también elementos que aluden al ande citado en Huaquina. Así, el poeta escarba en una extensión altiplánica de su tierra natal para volver a encontrarse con sus raíces o con un escenario donde alguna vez las imillas o el paisaje mismo marcaron su vida. En estos poemas la melancolía temporal constata el recuerdo sentimental de las cosas. Son las presencias humanas contra las que se estrella toda ilusión humana de permanencia y eternidad. Es entonces que el poeta, frente al canto de sirenas, empieza a entonar sus poemas, produciéndose así el contracanto entre las sirenas y el hualaycho.
 
 
D O S: MEMORIAL DE ENCANTAMIENTOS
Es verdad que la entusiasta aceptación de las ventajas de la escritura impidió, hasta épocas recientes, comprender la magnitud de sus limitaciones, y produjo una desvalorización apresurada y acrítica de la oralidad, cuyas sutilezas técnicas recién están siendo estudiadas en toda su complejidad. Pero el vehículo fundamental de la cultura no es la escritura, sino la lengua. Ella, de por sí, ha sido capaz de permitir la trasmisión cultural durante siglos y milenios hasta llegar a nuestros días. La tradición oral andina —la que empieza con los mitos y leyendas abarca también las costumbres, rituales y fiestas y alegorías— tiene especialmente, en su larga lista de protagonistas, a un personaje mítico femenino: la sirena. Este es un personaje que vive/opera normalmente en las pakarinas, ojos de agua, ríos, cataratas, lagos andinos, etc., y tiene como objetivo fundamental encantar a los seres que estén a su alcance o que irrumpen en su territorio, para su hechizo se vale del canto que sólo sin oírlo se alcanza la inmunidad a su hechizo irreversible.
El personaje mítico sirénido como tal, es conocido en distintas geografías peruanas, en cada lugar tiene sus propias formas de presentación, sus historias, sus conjuros, desde sus cantinelas, sus apariencias de musa, su lugar de residencia, su larga cabellera, el fulgor de sus ojos, la extensión de sus uñas, las flores que le gusta, las vestimentas usuales, su eternidad, su elasticidad al danzar, su perfume, su manera de k’aik’ear*, etc. Quizá humano, tal vez animal, anfibio o ave, las sirenas han existido desde tiempos antiguos. Empero, las sirenas de Luis Pacho son seres humanos femeninos, recientes; sin embargo no por ello dejan de ser un mito, un símbolo, un emblema y un indicio o encantamiento. Este ser que está presente en las culturas primitivas y contemporáneas del mundo tiene ciertas atribuciones. A su embrujo o k’aik’eamiento no han escapado las artes secuenciales, la historieta o la animación cinematográfica. Escritores, poetisas, dramaturgos, músicos, fotógrafos, pintores y cineastas la han retratado en sus lienzos, revelado en sus cuartos oscuros, bocetado en sus hojas en blanco o graficado sobre papel pautado. Para representar el mito de la sirena, los cultivadores de las bellas artes se han valido de todos los soportes posibles para conservarlo en el imaginario colectivo.
En el reino de la literatura tiene presencia en la novela, el cuento, la poesía, el drama y el ensayo; otras expresiones como el cine, la pintura o la artesanía popular también adoptaron a esta figuración. En cada uno de estos géneros, artes y formatos de exposición adquirió una significación particular, ya para conservarla, ya para modificarla. La permanencia, la continuidad y el cambio es el sino de este personaje reconvertido en tema por las incontinencias del arte. En el simbolismo que genera el bestiario, de origen cristiano, con caracteres hispanos, religiosos y moralizantes; la sirena significa lujuria, libidinosidad, y es que el simbolismo de la lírica popular es sexual. Por esa ruta es que merodean las sirenas andinas de Pacho.
 
 
T R E S: EL ARTIFICIO DEL K’AIK’EADO
En los presentes textos la sirena recupera su simbolismo mítico que entremezcla en su origen y desarrollo el culto a los muertos y a las diosas del agua; al enfrentamiento de la pureza con la maldad; al erotismo y a la seducción donde la imaginación del poeta convierte a la sirena en personaje que no tiene su culmen en el encantamiento, y es que no sólo es deseo, sino también ternura, pasión que manifiesta una soledad que la aparta de todo mortal y la acerca a lo imposible con un mensaje, menos de perdición, más de fascinación, porque el artificio del k’aik’eado que logran las sirenas es en verdad un arte, tal como lo muestran los poemas de este libro. Quizá los poetas sean el plato favorito de las sirenas.  
Horas de sirena es un tratado sobre las sirenas andinas —en realidad son mujeres que en este libro pueden ser profesoras, cantantes, danzarinas, imillas, etc.— con su simbología y atributos adquiridos. Ella es una figura de la seducción; un ser excepcional que tal vez devendría en metamorfosis del sujeto; renuncia; objeto del deseo; personaje en ascenso socioliterario: de figura secundaria en episodio único, a papel protagónico, poético; paradigma de la belleza; encarnación del mal que se asume como bien en la poesía; rito de inicio a la vida adulta; en fin, una enseñanza recubierta de moraleja. Cada uno de estos símbolos y atributos enunciados, encuentran su correlato en las invenciones/experiencias poéticas de Luis Pacho, el cazador de sirenas k’aik’eado.
 
 
C U A T R O: LA CÓPULA CREADORA Y EL LUGAR DEL LIBRO
Aunque en la historia del arte es común que las nuevas obras sean incomprendidas y que sólo con el transcurso del tiempo lleguen a encontrar un público adecuado. Este libro prescinde de los hartos manidos derroteros de la poesía puneña contemporánea y resulta ser una obra singular —a pesar de que no dista mucho, casi nada, o se mantiene en el mismo horizonte en estilo, cierta conocida propuesta y calidad con respecto a Geografía de la distancia, libro anterior del poeta— porque el sujeto lírico no se limita a cantar estrictamente a la mujer amada, si no que más bien combina su canto o lo erige desde un mito ancestral, lo utiliza como medio discursivo para lograr sus tendencias estéticas. De este modo cada poema es una suerte de oración y fetiche que se llena de matices sugerentes y alcanza una nueva significación en el libro. Los versos cargados de simbologías, son fragmentos, elementos metafóricos que en el plano de la imagen deben producir analogías infinitas con un fulgor inusitado. Para Luis Pacho la poesía es una forma de conocimiento, es una cópula creadora con una potencialidad sin límites, por ello, para poder  develar su obra hay que ir trazando analogías sucesivas, escuchar y transmitir el eco de su ontología poética, quizá acumular comparaciones hasta lograr una gran alegoría. Estos poemas marcan con tenacidad el desahogo de la existencia e importancia de la belleza originada y detenida en Huaquina, y el poeta renueva así, con estos versos k’aik’eados, el vigor del mito andino y el engrosamiento de la poética puneña.
 
 
Portada del poemario Horas de sirena, Nº 2 de la Colección Letras de la poesía latinoamericana

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K’aik’ear es un vocablo aymara que significa encantar, hechizar, hipnotizar, embrujar, inmovilizar. Los mitos narran que las sirenas y algunos otros seres fantásticos del bestiario mitológico tienen el poder de k’aik’ear para poder lograr sus propósitos. Se sabe que el k’aik’eamiento se da en base a ciertos rituales que ocurren con una canción, un rose de piel o el simple hecho de oír de una voz sirénida, inclusive el movimiento de una extremidad del ser mitológico que pretenda k’aik’ear.   
 
 
AQUÍ ALGUNOS POEMAS:
1.
Cuando descubras el olvido, posiblemente crecerán espinas en tu cuarto, y una luna llena como tu corazón, esparcirá su silencio. Serás aquella desconocida que arrulló mi cuerpo extranjero y apagó una vela cuando todos arrojaban piedras en tu camino.
2.
Lo que hoy guardo, no es un pájaro que anuncie el rumor de la despedida que nos asedia cada madrugada. Es ese tiempo que ya no circula en las venas, esa travesía que se enfría en los huesos y se pierde en el bullicio arcilloso de las noches. Dime ¿todavía encuentras mis palabras a cada paso? ¿Aún arde la luz que huye de tus ojos y vuelve cuando te toca el frío? ¿Todavía pronuncias mi nombre cuando callan todas las respiraciones?
3.
En aquel tiempo eras real. Como las gaviotas que han envejecido desde entonces o como las pocas palabras que dijimos camino a Huaquina. No repetiré esas palabras. Mañana caminaré bajo otro cielo, entre otros bombos y helicones, y con otra botella de ron en el bolsillo. Seré libre como un pez o como el día que descubrí tu sonrisa. Mi suerte será una luciérnaga amenazando incendiar los pastizales de Juli.
4.
Aquella vez poseíamos todo el amor del mundo: su humus nos cubría el cuerpo y los sentidos. Pero nada podía escondernos completamente. Al día siguiente otra luz nos inventaba en cualquier calle del vecindario repitiendo las mismas palabras: “Ata mi cintura con esa trenza desconsolada y escribe mi nombre en tu cuarto sin ventanas. Abriga el aire helado, que languidezco como un colibrí entre las ortigas. Recuerda que yacía olvidado en las aguas del Río Salado”.
5.
A tu lado mi apariencia se ha extendido como la forma de tus sueños. Ha sido purificada en las mágicas ceremonias que se consuman en las cimas y faldas de aquellas cordilleras que cobijaron mi corazón nómada. Al fragor de las fiestas patronales, aquel mismo día, sin una palabra que redima tu amor esquivo, te dejé en la hornacina de mármol que construí en silencio, para que algún día otros peregrinen en tu nombre desde lugares remotos.
6.
Ahora, no sé si el asfalto de una ciudad lejana queme tus pies y tu corazón persista en la turbación de los instantes iniciales. O volvamos de pronto, locos y libres como orugas en el pajar. (Todo es posible. Como la invención de las noches y los días a tu lado). Imagino las bancas vacías de la plaza, tus cabellos destrenzados por el viento y tu silueta dibujada por la locura de la lluvia. Pero ya no seremos los desterrados hijos de Eva cuyo silencio cómplice era hermoso como el paisaje y blanco como la nieve, parecido a los ojos de los que hablaba Dina, en cualquier fiesta del pueblo.
9.
Hoy, veinticuatro de este mes, tengo ese olor a hierba silvestre que no me atreví a tomar y dejé que el viento la tendiera entre los peñascos. Ya no soy el que llama a los vientos como los cernícalos de la tarde sólo para que cobijes tu rostro entre mis brazos, ni somos ese remolino pasional llevándonos al mismo cielo. Pero basta un minuto de silencio para que pronuncie lentamente tu nombre y oiga tus palabras que sobreviven, pese a las piedras abandonadas por el tiempo.
 
 
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Pronto "Salomé y otros cuentos" (2ª Edicion / ampliada)

Posted: viernes, junio 15, 2012 by Walter L. Bedregal Paz in
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A fines de junio lanzamiento oficial de


Salomé y otros cuentos



Salomé y otros cuentos
(2da. edición)
Javier Núñez
Grupo Editorial Hijos de la lluvia
62 pp. junio, 2012
Juliaca, Perú


Salomé y otros cuentos, una defensa del hedonismo.

Salomé y otros cuentos constituye una obra clave para comprender las nuevas tendencias de la literatura puneña y peruana. Rompe esquemas tradicionales de la literatura andina e introduce nuevas formas de narrar y de abordar temas juveniles.
Este libro explora las partes más oscuras del ser humano referidas al amor, sexo, infidelidad, venganza y demás fantasías hedonistas: crímenes en relaciones íntimas, seducciones, secuestros por venganza, orgías insólitas en los bares, infidelidades pagadas con la misma moneda y otras historias bárbaras. Asesinos psicóticos, norteñas despampanantes, mujeres narcotraficantes, secuestradores despiadados, novios infieles, diablesas ebrias desfilan por sus páginas.
Salomé y otros cuentos está escrito con un humor chispeante, un lenguaje fluido, donde el lector encontrará el sentido del arte de contar historias.
Esta edición incluye dos cuentos inéditos.
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Javier Núñez —autor de Vírgenes y herejes (Premio Nacional de Novela Ciudad Incontrastable-2011— inició su carrera literaria con mucho éxito con la publicación de Salomé y otros cuentos (2009), libro celebrado por críticos y lectores, libro que le abrió todas las puertas a su autor.

Recuerdo del II Encuentro Nacional de Escritores - Lampa, 2009, J. Núñez leía la 1ra. edición de  Salomé y otros cuentos
 
 
 
Más información:

La metapoesía en SOL DE ÁNIMAS

Posted: jueves, junio 14, 2012 by Walter L. Bedregal Paz in
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Sol de ánimas
Patricia Chura Gonzáles
Serie: Poesía contemporánea jaula de papel Nº 2
Grupo Editorial Hijos de la lluvia
68 Pp. 2010
Lima, Perú
Sol de ánimas es un libro lleno de simbolismos e imágenes conectadas con una épica-estética donde lo lírico, lo lúdico, lo mítico y lo onírico, se entretejen con un lenguaje que desborda las palabras, las detona y las infringe en búsqueda de un nuevo discurso con significados y efigies estrictamente metapoéticas que recurren a la intertextualidad, a la reescritura. La autora parece buscar lo más arcano de la liricidad (las ánimas) que se interconecta con cada cuadropoema expresado a través de palabras buriladas, las cuales sabe emplear en el lugar exacto para cada uno de los versos que posiblemente sean sueños despiertos que suscitan un tono poético de realidad que sorprende.
Walter L. Bedregal Paz
I

Ningún reloj marca estas horas
 
Muchos dicen que por las noches su alma de mujer se anegraba         muchos la vieron escribir sobre pasiones perdidas, dicen que hablaba de soledades y antiguas tristezas         otros dicen que ansiaba el amanecer y transitaba vestida de negro esperando una mañana de color        algunos estuvieron con ella y escucharon sus historias de versos, palabras y poemas inauditos       cuando la supieron lapidada todos decían que tampoco estaba libre de pecado ni de amores       que siempre ensoñaba con una mariposa negra          porque sus culpas no la dejaban volar
(A.F.)

 
Tema de la vida
Cientos de aves negras cruzan el desierto de mis pasos.
Como si fuera ayer, mis sueños serán enterrados
por primera vez, más allá del cielo,
lejos de tus manos.

Esta es mi mejor manera de cometer la locura,
el horrible pecado de intentar una vida.

Porque yo fui la invocación continua.
Fui la oración interminable
de aquellos precipicios que aún me siguen soñando,
como si no existieran las madrugadas.
Tema de la soledad
La soledad es otro laberinto.
Es un lugar sin paredes,
es un desierto, una llanura sin habitantes.

La soledad no tiene puertas, ni pasillos.
La soledad es un cuerpo vacío muriendo en mitad de la noche,
sin compañía, sin recuerdos
y también sin memoria.
Tema del desconsuelo


Todo aquello que no pude decirle a mi cuerpo,
absolutamente todo,
se ha guardado en algún lugar de mi pecho.

Todo aquello que no pude hablarle a la vida
se consumió en mis manos,
para siempre.

 



Patricia Chura Gonzáles

Patricia Chura Gonzáles.
(Juliaca, 1975). Es autora de las plaquettes de poesía El silencio que llega (2000), Mañana, la vida (2002) y Ave abstracta (2010). Ha obtenido el Segundo y Tercer Lugar en los Juegos Florales de la UGEL San Román, 2006 y 2007, respectivamente. Publica artículos y comentarios en Revista de Pedagogía y de Literatura. Adora los viajes sin fin y mientras relee a los clásicos, tanto en prosa como en verso.
Tiene en preparación dos nuevos poemarios y un libro de cuentos breves. Colabora con la Revista de Literatura La Rama Torcida. Fue integrante del Taller de creación Literaria La Tribu de los Espantapájaros, dirigida por Darwin Bedoya.

Reescribir la memoria del olvido: La poética de Victor Villegas

Posted: jueves, junio 07, 2012 by Walter L. Bedregal Paz in
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darwin bedoya
Hay quienes imaginan el olvido / como un depósito desierto/ 
una cosecha de la nada y sin embargo/el olvido está lleno de memoria.

Mario Benedetti


I

    Creo que ha pasado un buen tiempo durante el cual vengo insistiendo en que la literatura puneña última está  en  crisis  por  un  sinnúmero  de  razones.  Por  decir  lo  que  pienso,  más  de  una  polvareda  se  ha levantado  en  las  conversas  o,  tertulias,  según  sea  el  caso,  y  mi  nombre  ha  sido  motivo  de  riñas  y comentarios que no sería bueno repetir. Pero, ¿en qué me baso para proferir tales blasfemias e injurias a la última literatura puneña? Simplemente en la proliferación de poemarios y  «plaquettes» que no llegan a ser tales y, en el abuso de las pretensiones de sus autores. Sumemos a lo anterior que el pobre espacio que  resta  en  las  mesas  de  novedades  es  acaparado  por  libros  piratas  que  en  la  mayoría  son  textos  de autoayuda o «best sellers» que corresponden a otro contexto y a otro tipo de lectores y a otra literatura.
    Sin embargo, en medio de esta oscuridad, hay cosas que también hay que decirlas. Por ejemplo que la historia de la poesía puneña contemporánea ha sido particularmente proclive a «ser escrita» bajo una determinada  y  muy  sesgada  Historia  Literaria,  hecha  de  olvidos  y  exclusiones.  Hecha  de  amiguismos  y compadrazgos. Esta última literatura, me refiero esencialmente a la poesía y al cuento de  finales de  los años 80 en adelante, se ha dedicado a dictar un texto homogéneo, una especie de canon maniqueo tan útil para las simplificaciones que se creen académicas o escolares como pernicioso para un acercamiento libre  del  lector.  La  pugna  entablada  por  los  «estudiosos»  o  antólogos  entre  docentes  de  tal  o  cual universidad y fragmentos minoritarios agrupados en torno a revistas y el sector de poetas, por llamarlos de alguna manera, canónicos, ha marcado desde siempre una polarización que, prolongada con el triunfo o el abanderamiento de ciertos grupúsculos (al estilo de sus limeñísimos pares) ha logrado dejar de lado nombres  y  libros  importantes  de  la  poesía  puneña.  En  el  otro  extremo  está  la  ambición  o  miopía extremada de estos «estudiosos» al punto de incluir en un libro a todo el mundo, con tal de satisfacer una amistad o, en el más terrible de los casos, con tal de «hacer» o publicar un libro voluminoso, y lo que se obtiene al final no es sino un conjunto de escritores de toda calaña, incluyendo de ese modo a los que deben estar junto con los que nunca deberían estar. 
    Otra sería la historia del autor y el poemario que hoy nos convoca si estos poemas se ubieran publicado  hace  20  años  atrás  cuando  ya  estaban  escritos,  terminados.  Pero  es  en  este  panorama  de fragmentación en que hace su aparición «Relámpagos del agua», Grupo Editorial Hijos de la lluvia, 2011, 76 pp. de Victor Villegas Arias (Puno, 1963) este es un libro que tiene como protagonista a la memoria y a través de ella a deidades como Wiracocha, a espacios míticos como el Titikaka y a héroes con Purhualla. Es  desde  la  voz  de  un  sujeto  poético  que  se  dedica  a  reconstruir  una  época  hasta  el  discurso contemplativo  de  una  voz  que  repasa  un  universo  fabuloso  del  altiplano;  pasando,  a  la  vez,  por  la retrospectiva de la formación de un carácter visionario que se da desde la miticidad, que es la clave del destino poético en este libro. Además, podemos entender la presencia de ciertos anhelos insurgentes, el descontento, la  cosmovisión andina, la oralidad que alcanzan un real sentir constructivo ya que el autor conoce  desde  la  misma  herida,  desde  la  misma  sangre  que  se  derramó  en  los  años  ochenta:  la representación de la violencia, especialmente. Ese alboroto político, esa intimidación y ese sentir andino son  algunos  de  los  hitos  que  suscita  este  recordar  poético,  este  destapar  el  olvido  y  saber  que  siempre estuvo lleno de tanta memoria. 



Poeta, Victor Villegas

 
 


 II

         Cualquier consideración sobre el papel o la representación de la violencia temática en poesía nos ha de conducir a una reflexión paralela acerca de las relaciones entre sociedad y literatura en un contexto concreto.  Las  manifestaciones  de  violencia  en  literatura  son  otro  rubro  y  consecuentemente  son enormemente  variadas;  ni  su  descripción  ni  su  exaltación  escasean  en  el  patrimonio  verbal  de  la humanidad, desde la Biblia y la Ilíada en adelante. Pero a partir de ese idealismo biempensante que nace con la Ilustración e intenta purgar las «bellas letras» de elementos moralmente reprobables para centrarse en el desarrollo de equilibrios clásicos, encontramos que la violencia aislada e ilógica queda postergada a los  márgenes  de  lo  literario,  pues  sus  manifestaciones  más  crudas  chocan  con  los  ideales  de  serenidad, armonía,  dignidad,  decoro,  contención  y  belleza;  a  menudo  suponen  precisamente  lo  opuesto  a  estos principios.  Entre  unos  receptores  de  ánimo predispuesto  por  diversas  formas  de  propaganda  política, prejuicios  y  rumores,  la  emoción  que  estos  poemas  pudieran  provocar  tendría  como  fin  último transfigurarse en fuerza destinada a la confrontación. La estetización de la violencia no debe ocultarnos que  implica  un  proceso  como  resultado  del  cual  algo  queda  destruido.  La  llamada  a  la  violencia  en  la poesía de Villegas pasa por la exaltación de los instrumentos que sirven para ejercerla. El poeta invoca con  frecuencia  acontecimientos  con  los  cuales,  en  una  época  determinada,  quiso  cambiar  ideales  y realidades. Creo que en Puno Simón Rodríguez y Victor Villegas son los poetas que estuvieron más cerca que nadie de los de nuestra generación que vivieron los avatares de la violencia política. Trasladando esa sintonía a la Generación de Fin de Siglo, diremos que en Puno fue Simón Rodríguez quien realizó una escritura  poética  marcando  una  sutil  visión  y  re-visión  de  la  violencia,  mientras  que  Villegas,  con  este libro,  explora  la  violencia  de  una  manera  más  alejada  de  la  sutilidad,  las  imágenes  y  la  narratividad  de acontecimientos entran, por momentos, en un dramatismo nostálgico, generando así una visión  directa, más social y política de lo acaecido en los años 80 y 90 en nuestro territorio. 
 
 
Victor Villegas 
Relámpagos del agua

 Colección Letras de la poesía latinoamericana
Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" 
64 pp. mayo 2011

 Juliaca - Perú.
 

 III
 
    Es este libro articulado por tres secciones «Señor de las aguas» (Fragmento dedicado a Wiracocha), «Los cántaros del agua» (Revisión y memoria de la violencia), «Relámpagos del agua» (Homenaje a la Ciudad del  Lago  e  Inmolación  de  Domingo  Cruz  Purhualla),  se  amoldan  a  un  solo  asunto:  la  reescritura  de  la memoria,  tanto  en  sus  movimientos  anímicos  como  en  sus  acontecimientos  materiales.  Son  poemas llevados a lo fundamental: resaltar los sucesos ocurridos en un momento anterior, el tiempo del miedo.
    Esa  atracción,  contradictoria  y  casi  imposible,  convierte  la  experiencia  del  mundo  en  un  imán  y  en  un relámpago: es el laberinto del cuerpo y su sentir.  En la hoja en blanco y con la guía transparente y dulce del agua, la voz poética avanza hasta su propia raíz en espirales hacia la claridad que carece de nombre, como  se  afirma  al  final  del  libro.  Pero  este    libro  también  tiene  varios  protagonistas,  tal  como  hemos mencionado;  pero  está  antes  que  todos:  Domingo  Cruz  Purhualla.  Estas  tres  secuencias  nos muestran también  que  lo  más  llamativo  es  quizá  su  rescate  del  espacio  mitológico  que  hace  Villegas, ese  espacio visible  en  su  resplandor  arrebatado,  su  mundo  de  asociaciones  libres  que  suponen  cosmogonía  y terredad. Entonces aparece el poema como palimpsesto donde se inscriben versos y motivos ajenos (del mito, de las leyendas de la oralidad) y la lectura de la vida a través de los filtros que el autor ha tenido.
    Destacan también los ejercicios de la traducción de las imágenes a palabras (écfrasis), una subversión aún activa  de  las  vanguardias,  en  cuanto  que  rompe  el  orden  discursivo  como  representación  del  logos;  y también, a la inversa, la plasmación visual de las ideas. Aquí están, por lo demás, su universo amoroso, una cierta entonación hímnica teñida de elegía en algunas remisiones al contexto laboral, y la concepción de la poesía en tanto que realidad autónoma que se dice a sí misma y que se aparta de la utilización de las palabras como meros instrumentos para comunicar. De modo que  «Relámpagos del agua» supone para el lector una especie de «reconocimiento» de Villegas: algo que debe subrayarse, pues en los «últimos tiempos» no es tan fácil de decir ni de lograr.
Victor Villegas, con su linaje de poeta el día de la presentación de su reciente publicación
Relámpagos del agua

 IV
 

    En «Relámpagos del agua», se encuentra la sucesión del ímpetu, como un asunto vertebral que graba el libro, que se torna en su tensión interna y externa. Entonces deja de ser un texto cuyos poemas sean independientes  entre  sí,  y  se  torna  en  una  fuerza  que  está  atravesado  por  una  columna  vertebral  que relata  la  historia  de  una  amistad.  Una  historia   que  se  alza   contra   la  muerte  y eleva  al  infinito  la esperanza y  el afecto,   porque en el discurrir se podría pensar que cada vez que este libro sea leído, la muerte se alejará más y más de nosotros, como borrando la imagen del desconsuelo. Aquel hombre que transita  por  estos  versos  intenta  contener  su  partida.  Este  libro  es  un  lamento  lanzado  al  universo,  un reclamo a los astros, un dolor luminoso que busca consuelo. La  experiencia poética de Villegas es en sí misma  un  redescubrimiento  de  la  memoria,  del  mundo  más  allá  del  olvido,  un  quitarle  terreno  a  esta muerte. Dice E. M. Cioran: «que empleamos la mayor parte de nuestras vigilias en despedazar con el pensamiento a nuestros enemigos, en arrancarles los ojos y las entrañas, en presionar y vaciar sus venas, en pisotear y machacar cada uno de sus órganos, dejándoles únicamente, por lástima, el placer de su esqueleto. Hecha esta concesión, nos tranquilizamos y, hartos  de  fatiga,  caemos  en  el  sueño.  Reposo  bien  ganado  después  de  tan  minucioso  encarnizamiento.»  En  cambio Villegas  ha  sabido  sacar  desde  la  memoria  la  conmemoración,  el  afecto,  el  sentir  de  un  héroe  que  ha sabido  calar  más  allá  de  la  memoria.  Casi  contrariamente  a  lo  que  dice  Max  Scheler:  «El  sentimiento  de venganza,  la  envidia,  la  ojeriza,  la  perfidia,  la  alegría  del  mal  ajeno  y  la  maldad,  no  entran  en  la  formación  del resentimiento, sino allí donde no tienen lugar ni una victoria moral (en la venganza, por ejemplo, un verdadero perdón), ni una acción  —respectivamente— expresión adecuada de la emoción en manifestaciones externas,  [...] si no tiene lugar, es porque una conciencia, todavía más acusadora de la propia impotencia, refrena semejante acción o expresión.» Pienso que «Relámpagos del agua» no sólo alcanza el estro de la reminiscencia, sino también la revisión de las páginas, los pliegues y las memorias para que ahora se conozca y se pueda tener una idea de cómo fue la época de los silenciamientos y los avatares donde la lucha, el descontento, otra vez afloran dentro de un conjunto de  decisiones  donde  sobresalen  aquellos  puntos  de  quiebre  en  que  la  vida  hacía  guiños  en  direcciones contrarias, todo eso se somete al escrutinio del sujeto poético como testigo. 
    El tema del olvido como forma de recuperación y persistencia será una constante en la obra de Villegas y, sin duda, una de sus principales peculiaridades será que nos encontramos ante un olvido de raíces  históricas,  es  decir,  no  limitado  a  las  vicisitudes  de  la  vida,  a  las  experiencias  traumáticas  o  a  las fantasías de evasión del individuo, aunque todo ello no deje de confabular en la experiencia poética que nos presenta el autor, sino que las formas del olvido tal y como las asume el poeta constituyen una forma de repulsión y rebeldía, una suerte de reescritura transgresora cuyo único fin es desestabilizar los poderes y  sus  productos,  esto  es,  el  régimen  político  de  los  años  ochenta  y  su  versión  de  los  hechos  en  su expresión presente. El olvido será para el autor una potencia de reescritura que el poder que alguna vez pudo  haber  tenido  la  violencia  sus  construcciones  aprendidas,  porque  la  escritura  del  olvido  actuará  a modo  de  contra-escritura,  como  una  no-escritura,  sin  la  sintaxis  de  la  oralidad  de  los  hechos  y  sin  los estigmas de la sucesión, la causalidad y la estructura del relato. La escritura del olvido se escribirá en ese intersticio, en ese espacio intermedio entre lo recordado y lo no-recordado, en ese quicio en donde las cosas  serían  transparentes:  «Querido  viejo  de  las  mañanas  rojas,  tantas  veces  izamos  el  rostro  del  lenguaje  y  de  su nombre [...] No lloran tus ojos, ni ríen los surcos, hay nuevas furias, la hora se aleja y se va con la noche vestida de lluvia la final de la ciudad. Nuestra célula vive en el canto de las alas y en la de la noche cashua de los guerreros de Capachica.» Los cántaros del agua p.35. 
    El poeta se verá empujado a «atravesar el olvido» hasta llegar a «los desvanes de la infancia», lugar recóndito de la memoria, semilla para esa memoria blanca: «El latido de la semilla  arrojó al cielo una mecha muy erguida/ y de la mitología de los héroes que creció en la Ciudad de las Letras. / Y de ese cielo vestido el paraíso del subversivo.// Mis cantos son los ecos de la herida en el agua, / y las cañas guerreras del búho nos han dejado la vida.» Relámpagos del agua, p.54. El régimen dictatorial que le tocó vivir a nuestro autor se habría servido del olvido  para  deshabilitar  la  memoria  histórica  y  reescribir  el  pasado  reciente  de  los  supervivientes  al desastre de la violencia política y todo lo que hicieron los alzados en armas. El nuevo relato del mito y de la sutil alegoría subversiva estaría reflejado en estos versos, especialmente el lugar desplazado de la queja o de la rebeldía más simple, para entregarnos, mediante ese desvío del «olvido del olvido», una certeza que,  hasta  cierto  punto,  constituye  la  ausencia  de  una  verdad  impostada,  una  retórica  lírica  construida contra ese espacio de la realidad que es siempre una herencia impostada, un relato vivido para el caso del poeta.
    Entonces,  «Relámpagos  del agua»  constituye  un  libro que  contiene  una  carga  potente  de  ideología y rastro  político  donde  se  reescribe  la  memoria  del  olvido.  En  estas  páginas  habita  la  miticidad  donde también están pintadas no solemente las épocas, sino también las eternidades y los lugares que remiten a este ande peruano en el que vivimos. Villegas ha logrado con este libro rescatar un ciclo que casi estaba en la trastienda de la desmemoria. Pero aquí estan los versos, aquí están los muertos, con su voz, con su canto, con su vida por encima de la muerte.  Es  éste  el  doble  significado  de  margen  en  este  texto:  por  un  lado  el  exacto  lugar  donde  nace  la poesía  (al  lado  de  lo  ya  escrito,  junto  a  ello,  a  veces  contra  ello,  siempre  un  poco  fuera,  ocupando  el blanco que deja la página, el hueco donde respira el silencio, donde no hay líneas, en esa meditación de lo  por  otros  dicho  y  esa  escucha  de  lo  no  pronunciado)  y  por  otro  la  marginalidad,  a  la  que  está condenada por quienes fijan el orden inmutable del texto.

El mural poético del pensamiento andino en RELÁMPAGOS DEL AGUA

Posted: lunes, junio 04, 2012 by Walter L. Bedregal Paz in
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Victor Villegas 
Relámpagos del agua
 Colección Letras de la poesía latinoamericana
Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" 
64 pp. mayo 2011
 Juliaca - Perú.
El poeta Luis Pacho, explicando el mural poético del pensamiento andino en Relámpagos del agua
Relámpagos del agua es un mural poético del pensamiento andino que se fue gestando desde las sociedades prehispánicas hasta nuestros días. Si bien es cierto que la invasión, colonización y neocolonización de occidente, introdujeron e introducen nuevos criterios en el pensar andino, no alteró ni altera de manera radical su discurso o cosmovisión. Esto hace suponer que fueron justamente las categorías cíclicas de su pensamiento las que facilitaron a los pobladores del mundo andino asimilar su situación colonial. Lo cual no debe entenderse como sinónimo de sometimiento pasivo, todo lo contrario, la noción de que se atravesaba una verdadera crisis cósmica, es lo que subyace en las tensiones sociales que nos muestra la historia, así como la aprehensión de los elementos de la cultura del otro (lo occidental).
Para esto, Villegas recurre a la tradición oral que nos remite de manera permanente a una sociedad prehispánica en la que existía una idea cabal acerca de las oposiciones permanentes, con sentido ritual.
El correlato próximo pasado y cuyas heridas aún no terminan de restañarse, es la vivida en la década del ochenta del siglo pasado, entre el Estado peruano y los grupos alzados en armas, como el PCP. Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Sabemos que el registro de la poesía de la violencia es, a estas alturas, variada y multiforme, sin embargo, Relámpagos del agua, logra hacerlo desde adentro y desde los mismos mitos, transmitida por nuestros ancestros, yatiris y haravicus.
Luis Pacho

Relámpagos del agua
  A la palabra mágica de José María Arguedas.
6
El Zorro de la etnia herida ha dejado su espíritu en el violín de los cerros, y una lágrima de la torcaza es el canto de una belleza en su bayeta, el llanto deja su corazón en el cántaro y nace la lluvia en el dedo del arpa. / De ahí la pena del harawi, / del Tayta de la Danza / que habla del dolor de todas las sangres, / con sus gestos heridos en el país de la piel erguida / y del héroe en Umachiri como el fuego más bello /.
Silvia nace de una guitarra y no se me ha permitido tocarla, no es mi hermana con sus labios de tinya, es la que viene con el nombre de la mirada artesana. Con el ojo de hopo le he dado mi rostro en pleno combate a esa guitarra de las enaguas de hoja roja. Y otro zorro de la llovizna ha subido, conversándome con su verano exacto.
Mira, el fuego del cachi cachi ésta haciendo crecer al Yahuar Mayu con la altivez de los hijos / y en la comarca del aguacero.
–Verdad, ahí están los jóvenes buscando a su canto en el agua del amor.
Ahora, Silvia me tiene entre los brazos de sus enaguas.

La piel de otra nación
La piel de otra nación es una melancolía guardada en la piedra. Él y los sueños aman en la clandestinidad al humo y a las trincheras del maicito chullpi de la sonrisa del carmín.
en la habitación de las heridas
se incendian las ideas,
y es en la ceremonia del incienso
que ha estallado un canto.
ahí nace una luz y la lluviecita de la niña

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Victor Villegas Arias
Estudió Sociología en la Universidad Nacional del Altiplano de Puno. Profesor de Lengua y Literatura. Ha publicado el poemario JATHA. Carita de arcilla (la niña del mar y el sol) (1991). Codirigió la Revista de Literatura y Cultura Pez de Oro y actualmente dirige el Boletín de Letras y Memoria El Katari.


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