JAVIER NUÑEZ OBTIENE PREMIO NACIONAL DE NOVELA “CIUDAD INCONTRASTABLE-2011”

Posted: martes, octubre 25, 2011 by Walter L. Bedregal Paz in
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Javier Núñez

El escritor puñeno, Javier Núñez, autor de Espejos de bronce (2005), Salomé y otros cuentos (Grupo Editorial "Hijos de la lluvia", 2009) y Asesinas (Grupo Editorial "Hijos de la lluvia",2010),ha sido galardonado con el Premio Nacional de NovelaCiudad Incontrastable-2011” por su novela Vírgenes y herejes.

Este premio, organizado por Bisagra Editores y el Instituto de la Juventud y Cultura de la Ciudad de Huancayo,esta dotado con S/.6.000 (seis mil nuevos soles).

Vírgenes y herejes
fue presentada bajo el seudónimo de Dorian II. El jurado, presidido por el escritor Carlos Calderón Fajardo y compuesto por los narradores Julián Pérez y José de Piérola, han declarado la novela ganadora por mayoría.

El jurado consideró premiar esta novela por “su originalidad en el tratamiento de un tema nacional con recursos técnicos novedosos que lo acercan a las preocupaciones contemporáneas de la novela latinoamericana”.

Además el jurado calificador acordó reconocer como menciones honrosas, por su calidad literaria, las siguientes novelas:

-Me friegan los cóndores, presentada bajo el seudónimo El caminante, cuyo autor es el escritor Sócrates Zuzunaga.

-El amanecer de los amaneceres, presentada bajo el seudónimo de Vox pópuli, cuyo autor es el escritor Pedro Novoa Castillo.

-Mi tío, el cura. presentada bajo el seudónimo de El Conde de Ñaupallacta, cuyo autor es el escritor José Oregón Morales.





Crónica de una visita a Efraín Miranda Luján

Posted: domingo, octubre 09, 2011 by Walter L. Bedregal Paz in
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EL POETA EN EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

No es justo que esté en completo abandono, viendo acabar su vida gota a gota


Javier Núñez

El pasado 01 de octubre visitamos al poeta vivo más grande que tiene Puno, Efraín Miranda Luján (Putina-Puno, 1925). Miranda es autor de Muerte cercana (1954), Choza (1978), Vida (1980) y Padre sol (1998). Actualmente radica en el distrito de Yanahuara (Arequipa). Nuestra visita incluyó el homenaje a su persona que estuvo programado como parte de las actividades de la III Feria Internacional del Libro, Arequipa, 2011. Le hicimos presente la resolución de homenaje y la medalla de honor que envió la Municipalidad Provincial de Puno.

Pero más que distinciones materiales, él necesita atención médica. La verdad, nos conmovió la situación crítica que está pasando, y también nos causó indignación. No es justo que esté en completo abandono, viendo acabar sus días como si nada. ¡No podemos permitirlo! ¿Dónde están sus amigos, sus admiradores, las autoridades?

El escritor Walter Bedregal, el poeta Carlos Mendoza y yo llegamos a la plaza de Armas de Yanahuara (Arequipa) a las doce en punto. Allí nos estaba esperando el poeta Lolo Palza. Los cuatro subimos una calle estrecha y volteamos hacia la derecha. Caminamos media cuadra y encontramos la casa de Efraín Miranda, una construcción típicamente arequipeña.

Bedregal golpeó una de las dos ventanas que daban a la calle. De pronto alguien la abrió y asomó la cabeza. Era nuestro poeta, con el rostro carcomido por los años, los ojos sin color, la cabeza poblada de canas. Después de muchas explicaciones que le dio Bedregal decidió recibirnos. Entramos en aquella casa tétrica y abandonada, mientras Palza tomaba una serie fotos.

El poeta Efraín caminaba a duras penas, con pasos inseguros, como si fuera a desplomarse en cualquier momento. Se le veía muy débil, enfermo como nunca. Nos acomodamos en su habitación que, en verdad, inspiraba mucha desolación. Él se sentó sobre la cama, cual un sabio dispuesto a hablar sobre los misterios de la muerte. Fue maravilloso escucharlo y no perderlo de vista. Ahí estaba, mirando al vacío, uno de los grandes de la poesía puneña.

Bedregal le comentó que vendría el poeta Omar Aramayo. Una sensación de alegría cruzó el rostro de Miranda. Preguntó dónde vivía Omar. “En Lima”, le dijimos. A renglón seguido (no recuerdo cuál fue el pretexto) habló sobre los volcanes y contó anécdotas en torno a ellos. Algo me hizo suponer que esas historias se las había imaginado. Lo escuchamos con las miradas atentas. No había perdido esa chispa de buen narrador de cuentos.

En ese momento alguien tocó la puerta. En el acto imaginamos que se trataba de Omar Aramayo, quien había prometido acompañarnos. Fue Palza quien abrió la puerta. En efecto, Aramayo entró en la habitación y se encaminó directamente hacia Miranda. Lo abrazó con el mayor afecto del mundo y lo saludó. “Omar, has crecido”, le escuchamos decir al poeta. “Te visitamos, Efraín —le contestó aquel—, todos te queremos; en todas partes te hacen homenajes; eres muy importante.” Miranda repuso que a estas alturas de su vida nada era igual. Ya no era el mismo de aquellos años. Ahora estaba muy enfermo y, sobre todo, abandonado a su suerte.

En realidad, no había otro ser humano en la casa aparte de él, ni siquiera alguien que, al menos, le alcance un vaso de agua. Lo que sentía aquel hombre era una desolación infinita, y su soledad le había permitido crearse un mundo solo para él. Nos contó que había perdido la memoria y le costaba reconocer a la gente. Había olvidado las notas musicales y no podía tocar su guitarra. “No puedo ni vestirme, no veo ni escucho bien”, agregó. “Es triste…, muy triste…” Y sus ojos se anegaron en lágrimas…

“Hay un espíritu maligno en este cuarto”, dijo el poeta Efraín. “Convivimos desde hace buen tiempo. Es una criatura que no habla, se limita a incomodarme. Es pura energía, cómo va a hablar. Me lo ha destrozado todo. ¿Ven esa guitarra? Está rota. Miren, el marco de la ventana está doblado. No me deja cambiar de canal…, se entremete en todo lo que hago. En verdad, es un estorbo; no me deja en paz. No entiendo, ¿qué querrá? Le hablo, no me contesta. Le pregunto cómo se llama, quién es. No dice nada. Solamente siento que se mueve. Sé que es un espíritu de una mujer. Pero quién puede ser. Hice una relación de nombres para identificarla. Le dije que diera un golpe a la mesa si acertaba el suyo. Entonces empecé a proferir todos los nombres que tenía escritos. La identifiqué. Ya sé quién es. Ella está en la cuarta dimensión. De allí viene a molestarme. Nosotros estamos en la tercera dimensión. Una vez la vi en forma de esfera dirigirse hacia la puerta. Era ella. Luego desapareció sin darme tiempo. ¿Ven esa puerta? Ahí vive y sale a destrozar mis cosas. Me quiere matar. La otra vez me empujó y me rompió una costilla. También me hirió la cabeza. ¿Ves? (a Aramayo) En esta parte. No entiendo qué quiere. Sólo viene a hacerme la vida imposible…”

Después de intercambiar algunas palabras, Aramayo le hizo presente la resolución de homenaje, mientras Bedregal le entregó la medalla de honor. Nos tomamos varias fotos. “Efraín, eres un hombre fuerte”, le dijo Omar, “eres inmortal; ¡al diablo con los espíritus!… ¡Efraín, Efraín, Efraín…!” Salimos al patio tras los pasos del poeta. Nos tomamos una foto más para el recuerdo y nos despedimos de aquel gran hombre que veía acabar su vida gota a gota…


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FUENTE: Esta crónica fue publicada en el diario Correo, el 05 de octubre de 2011.
En la fotografía: J. Núñez, C. Mendoza. O. Aramayo, Efraín Miranda, W. Bedregal, L. Palza.

EL POETA EFRAÍN MIRANDA SE MUERE DE ABANDONO

Posted: by Walter L. Bedregal Paz in
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Omar Aramayo

Efraín Miranda Luján se está muriendo y nosotros lo estamos dejando morir. Lo visité hace unas horas en compañía de Lolo Palza, Carlos Mendoza, Sandrita Mendoza. No me dio pena, nada, me dio dolor y cólera, indignación. No entiendo, por Dios que no entiendo, cómo tanto homenaje, cómo tanto periódico, revista, estudios, y ninguna manifestación práctica, de amor al prójimo, para retenerlo siquiera un poco. La falta de cuidado, de una enfermera, de alguien que pueda procurarle un poquito, sólo un poquito de calidad de vida, es abrumadora. Me dijeron que andaba loco, no es verdad, sus reflejos obedecen a la realidad perfectamente; me vio y como un relámpago me dijo: Omar, hace diez años que no nos vemos. Tenía miedo a que no me reconociera, a encontrarlo en un mar de tinieblas e incoherencias, pero está claro y lúcido, sabe lo que quiere y lo que dice; pero sufre de abandonado. Su hermano se lo trajo de Puno hasta esta casita en jirón Zela de Arequipa, pero ella es otra anciana y tampoco puede procurarle más atención. Y con las bajas pensiones que reciben los maestros del Perú. No es posible contemplar a uno de los hombres más lúcidos del país en ruinas. Se ha caído y tiene una costilla rota, cicatrizada ya. Ha caído otra vez y tiene una cicatriz en la cabeza. No podemos hacer una descripción de la situación patética en la que vive, sería ruin y cruel. Y los congresistas, y alcaldes, el presidente de la región que se llena la boca con palabras de amor a la patria y a los valores. Por favor, amigos, por favor, escríbanme con sugerencias prácticas, es necesario tenerlo con nosotros todo lo que se pueda. Que no muera como Sologuren, Bendezú o Romualdo. El Perú no puede asesinar a sus poetas.

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* Los correos de Omar Aramayo son: o_aramayo@hotmail.com y o_aramayo@uap.edu.pe

EFRAIN MIRANDA “el runa”

Posted: by Walter L. Bedregal Paz in
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José Luis Velásquez Garambel


Un hombre se levanta desde la muchedumbre y alza la voz intempestivamente: “¡no me grites de calle a aplaza Cholo! grítame de selva a cordillera ¡indio!... “ es Efraín Miranda y transcurre el año 1997, año del centenario del nacimiento de Gamaliel Churata, se trata de un congreso internacional al que asistieron escritores de varias regiones de nuestro país.

Conocí a Efraín en ese año, las pocas veces que lo frecuenté en el año 98 se lo debo a Feliciano Padilla, quien en dicha ocasión me invitó a su cumpleaños, en el que ambos, el agasajado que era Chano y Efraín, tocaron a dúo hermosos huayños puneños y no era para menos, Chano tenía (aún conserva) una bien ganada fama de delicioso jaranero, además de compositor, arreglista musical y buen cantor. En cambio Efraín no se quedaba atrás, la única canción que se recelaba en cantar era ese huayño tan famoso de Putina, porque de algún modo él se sigue reclamando Azangarino.
Y de pronto un bailarín endemoniado irrumpía en pleno escenario, estirando los brazos arriba, mirando el bello cielo puneño, tarareando las notas musicales, bailando un sikuri, era, sin ninguna duda Omar Aramayo, esas conversaciones me nutrieron siempre, debo agradecer a la vida por haberme dado la oportunidad de ganarme la amistad generosa de estos maestros.


Por esos años no tuve consciencia de la valía poética de Efraín Miranda ni de Omar Aramayo, los dos poetas vivos más importantes de Puno, ambos creadores de tendencias y de voces inconfundibles en las poéticas del Perú, pues bien, en esta nota hablaré del Efraín que recuerdo.

Transcurría el año 1998 en el que el feliz Mario Mayhua y un grupo de mi salón decidimos crear los juegos florales de la especialidad de lengua y literatura, lo recuerdo bien porque hasta ahora me duelen los hombros porque tuvimos que cargar unos parlantes de madera por más de 15 cuadras, a falta de dinero aprovechamos las fuerzas que la juventud nos brindó, el recorrido lo hicimos con Samuel Ayma, a quien recuerdo por sus lecturas heréticas y parquedad en la amistad soluble que él posee.
Los jurados del concurso de poesía fueron Efraín Miranda y Omar Aramayo; en Cuento Feliciano Padilla, Jorge Flórez-Áybar y Cronwell Jara, un jurado de lujo, de los ganadores de los juegos florales en ambas categorías no quiero acordarme porque el viento se llevó sus nombres, a excepción de Mayhua, el mismo reservista de la poesía, desde ahí surgió una amistad entre Mayhua y Efraín, siempre los veía juntos por las calles de Puno, por las subidas del Arco Deustua, por el mercado Central o la Avenida la Torre.

Efraín era un pícaro por naturaleza y por experiencia, solía enamorar a las señoras que vendían pan en el costado del Mercado Central y algunas veces solía encontrarlo dando serenata a las señoras que solían vender mazamorra de quinua en Laykakota, esa imagen tierna y jaranera del poeta Miranda lindaba mucho con la visión que él tenía del mundo andino, su voz bronca hablando del indio y de sus sufrimientos, de su voz tierna y hasta melancólica en la soledad de su Jachawinchoqa y en la de su habitación llena de recuerdos.

Mayhua le devolvió vitalidad y lo animó a publicar “Padre Sol”, lastimosamente el mismo Efraín (según lo recuerdo) renegaba de esa edición, porque no había tenido los cuidados que el editor se había comprometido en otorgarle. Esa es otra historia, de la que él, de pura cólera terminó obsequiándome las placas metálicas de su libro.
Cada vez que yo deseaba visitarlo nunca lo hallaba, él siempre estaba de viaje y en el momento menos pensado me lo encontraba en el parque Pino y lo abrazaba, me contaba que se había ido a Lima, para aprovechar el clima y visitar a sus amigos, luego terminaba hablando de “Birakocha”, lo escribo de ese modo, porque él lo concebía así y hablaba de la poca esperanza de cambio que tendría el Perú, alguna vez le hice una entrevista y la gravé, mi poco cuidado para con los archivos de esa naturaleza hoy no me permiten recordar el ambiente en el que se hallan. Recuerdo que me llevaba a la radio cultura y realizaba coordinaciones con alguien por encargo de Omar Aramayo y se disponía a dejar unos papeles para que sean leídos en la radio.
Tenía, don Efraín, una cajita de cassettes de audio que las había hecho copiar Omar, en el había una colección de poemas suyos, algunos leídos por él personalmente y otros leídos por un profesional, bajo la supervisión suya, con una ironía fina solía decir “nos hemos demorado una barbaridad de tiempo en hacer eso, sabes…! Y lanzaba una sonrisita socarrona y tierna. Efraín siempre fue un amigo dispuesto a brindar tiempo a todos, recibí en varias conversaciones algunos consejos suyos, esa es la voz que recuerdo de él.





Hace ya varios años entre Walter Paz y quien escribe editamos TOTORIA, un suplemento cultural en el diario Los Andes, espacio que por cierto se abandonó por ciertas indisposiciones de carácter, el segundo número está dedicado a Efraín Miranda, el gran poeta de “Muerte Cercana”, “Choza” y “Padre Sol”, ese fue uno de nuestros homenajes al poeta mayor, al amigo y al maestro que siempre fue y seguirá siendo. Por otra parte la última edición de “El Pez de Oro” que editaban Luis Pacho y Víctor Villegas le hicieron un homenaje muy hermoso y tierno; del mismo modo esa caravana de homenajes de la Universidad Mayor de San Marcos iniciadas por iniciativa de Gonzalo Espino Relucé, Mauro Mamani y Guissela Gonzales nos dan una muestra de la estatura de este poeta nuestro, y claro la edición de “Dios, Hombre, Runa” con un magnífico estudio de Gonzalo Espino, a él Puno le agradece por este homenaje a nuestro poeta Miranda.

El jueves (29 de setiembre pasado) lo visitamos en Arequipa, acudimos René Calsín, Luis Pacho, Pio Chambi, y una amigo. El poeta no me reconoció y sentí un dolor muy fuerte que me contrajo el corazón, me miró y me dijo “pasa hijito, no tengas miedo, así nomas estoy viviendo… esa maldita viene y me desordena todo, incluso sobre escribe en mis poemas y yo ya no puedo entenderlos…” y el alma se me paraliza, la dimensión del poeta ha crecido y este país se me viene abajo una vez más. Efraín reconoció a René y a Luis Pacho, de no ser por ellos no me habría reconocido y mucho menos me habría recibido. Ese es el recuerdo vivo que tengo de Efraín Miranda, el poeta que conocí y cuya imagen es perenne… y el hombre que conozco…

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Tomado del blogs: http://lasmillenguasdeldiablo.blogspot.com/

EFRAÍN MIRANDA: Mito y oscuridad de la choza del indio

Posted: sábado, octubre 08, 2011 by Walter L. Bedregal Paz in
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Hundida su delirante existencia en una antigua casa de Yanahuara, Efraín Miranda Luján (Puno 1925) poeta, amauta, indio solitario como un matojo de ichu, posiblemente sigue meditando desde su orgullosa condición en los primeros años vividos en Azángaro y Sicuani, la juvenil estancia en Arequipa y el largo y solitario camino hasta la poesía.

La choza del indio
Antes de que se publicara Choza (1978) —segundo libro del poeta puneño y con el cual se descubre entre el amasijo de palabras, imágenes y metáforas ciertamente a un indio— Efraín Miranda pertenecía ya al viejo canon de la poesía peruana. A él lo introdujo Muerte Cercana (1954) poemario de notables rizos rilkeanos, lecho de papel para una poesía transparente, llena de vitalidad y ritmos únicos que develan a un joven de sensibilidad precoz y extraordinaria. Lo introduce humildemente el alto y descarnado Sebastián Salazar Bondy quien le brinda todo su apoyo y escribe el prólogo para este primer libro. Es parte del canon porque su lira es reconocible dentro del espectro de la más rica generación de poetas del Perú: la generaron del 50. Con Muerte Cercana el canto sencillo se trasmuta en vida. Es romántico en el sentido más amplio y su duda ante la muerte comparable a la de Walt Whitman, es puro como Westphalen, Eielson o cualquier vate de esa célebre generación. Lo demuestran sus versos libres de todo artilugio “y ante la vista de los hombres te llevo,/ a ti , que por falta de creencia no has nacido/ pero yo te interno en la existencia” de tal forma, a esa rara existencia se interna él mismo, se hunde, se sumerge y dice “Enfermo en la tierra,/ deseo vivir en el agua”. No es una queja, es la ceremonia de un estado, de una condición a la cual se ingresa y difícilmente se escapa, la condición metafísica e inútil de la poesía.

Hasta la publicación del siguiente libro hay un lapso de 24 años de los cuales gran parte los vive autoexiliado en un pueblo de la sierra puneña llamado Jacha-Huinchoca. La experiencia como maestro de escuela en esta comunidad marcará este segundo título que como dice Ernesto More, “…es indio”. Se trata pues de un texto que no apela a la tradición indigenista, es decir, a esa heterogeneidad manifiesta en el uso de una voz que no le pertenece a quien la enuncia. Casos hay como los de Ciro Alegría o Enrique López Albújar que no perteneciendo de ninguna manera al universo andino su literatura utiliza ese espacio cultural con total normalidad y hasta con destreza. El caso de Efraín Miranda es distinto, pues en él hay un claro registro de la plena conjunción y matrimonio de la cosmovisión andina con y en el poeta. More lo dice con todas sus letras “No es producto de la simpatía o amor al indio; es la respiración misma del indio. ¡Y que respiración!” Los poemas son notables, telúricos y escarpados como el propio ande, nacen de una necesidad básica, que es representar eso que ve y siente el poeta a diario, que nace de la tierra y repta por su cuerpo hasta llegar al alma. Se trata de un cronista que no habla desde fuera, como los cronistas hispanos, sino desde el epicentro mismo de la cultura. “Entre cerro y pampa está mi choza—,/ para millones de años./ Mi pueblo la ha proyectado,/ mi pueblo la ha edificado,/ mi pueblo la ha investido/ y mi pueblo le ha dado su nombre”. De esta manera se construye el discurso como un espacio vital que esta vez no estará entroncado con ningún canon. La ciudad y su nociva existencia han quedado lejos, sepulta tras cada poema que es un canto a la identidad y sensibilidad indígena del poeta. Allí está el refugio, la choza del indio.

Del mito y la oscuridad
Cada cuánto aparece en las letras nacionales un poeta de esta estirpe, cada cuánto un poema tiene un autentico olor a tierra húmeda y a trabajo aymara, cada cuánto se construye una choza a la cual parece que nadie visita. Esta última ha sido la actitud de la crítica. La limeña ha creado anticuerpos para todo aquel que hable sobre el indio más que como una peculiar roca puesta como adorno en la naturaleza, se ha negado a reconocer el impulso de una cultura, porque la suya, la letrada, la amurallada, tiene mucho más valor intrínseco que cualquier otra. A esa crítica le apesta el olor de la coca masticada, le es sucio el poncho y el chullo con que se protege el indio del frío. Por otro lado la crítica local es débil, casi paralítica, ausente la mayoría de veces y copiona de la capital las otras. Intentos ha habido de revalorar al personaje, intentos como el hecho por Gonzalo Espino, José Gabriel Valdivia, Mauro Mamani, entre otros, quienes organizaron el año pasado un congreso para discutir la importancia de Efraín Miranda en la poesía peruana del siglo XX, pero no basta, no bastarán las antologías y los estudios si es que el poeta no está en la lectura y en la memoria de nosotros.
Efraín Miranda, mítico por su posición y su arte vive aún en la oscuridad de su pequeño cuarto que alberga los folios de nuevos libros. Su voz aguda retumba en el oscuro espacio donde repite que él es un indio. Y nosotros le hemos creído porque se siente en cada poema y gesto suyo el palpitar del ande. Suya es la oscuridad y el mito, porque a falta de uno somos los jóvenes los llamados a crearle otro. (AZH)

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Tomado de:http://prurito-de-pueta.blogspot.com/5/28/2009.

HIJOS DE PUTA, 15 poetas latinoamericanos

Posted: sábado, octubre 01, 2011 by Walter L. Bedregal Paz in
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HIJOS DE PUTA
15 poetas latinoamericanos
Darwin Bedoya
Grupo Editorial "Hijos de la lluvia"
ISBN: 978-612-46080-0-1
pp.378, setiembre 2011
Perú

http://www.hijosdelalluvia.com/web/node/52


Con la espectativa esperada se presentó la muestra de poesía latinoamericana
HIJOS DE PUTA,
15 poetas latinoamericanos,
del destacado poeta y narrador Darwin Bedoya,
en el marco de las actividades programadas de la
III FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO AREQUIPA 2011.