LEVE CENIZA, de darwin bedoya

Posted: jueves, abril 16, 2020 by Walter L. Bedregal Paz in
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Darwin Bedoya

Leve ceniza

Grupo Editorial "Hijos de la lluvia"
Colección: Letras de la poesía latinoamericana N° 01
64 pp. 2010

R i t u a l e s

No escribiré nada acerca de lo que he visto. /Escribo al pie del instante
que esquivo, /a rastras de una pregunta preñada de preguntas.
¿Cómo decir que no soy, pero que, en cada palabra,
me veo, me oigo, me comprendo.
Edmond Jabès

[LXXXV]
Comienzo a escribir como quien empieza a nacer. Las palabras no son del viento, pertenecen a la poesía. Mi voz se ha dedicado a aferrarse fuertemente de un extraño silencio. Me cuesta vivir lo mismo que escribir. Sin embargo, sé que vivo, porque mis manos, como una sombra, trazan las huellas del silencio.

[LXXXVI]
¿De dónde vengo para callarme tantas cosas? Uno escribe en el viento y la poesía sucede. Ahora me pregunto si alguna vez fui una cosa humana. Si un día mi boca pudo haber dicho sílabas negras. ¿Quién habitará mañana estas líneas que va dictando, lentamente, mi mano?

[LXXXVII]
La poesía está más allá de las palabras o las palabras sólo sirven para sentirse poesía. Creo que estas no son las palabras, pero con un poco de suerte hubiese escrito un poema. Presiento que voy a un sitio que no es mi lugar. He perdido los papeles y tengo miedo de encontrar esa otra voz. Mi boca se ha quemado. Escribir siempre fue una forma de escapar del que habla. Esta noche que nadie diga mi nombre.

[LXXXVIII]
En ti me quedo, mi más indudable y alcanzable espejismo. Aquí las palabras juegan al silencio. Elijo este nido de huesos. Me quedo para siempre en estos jardines negros; todo intento por salir es inútil. Ciego asombro de la nada, me sobran las palabras.

[LXXXIX]
Yo jamás quise escribir palabra alguna, creo que nadie pronunció estas cosas, y ya es de noche en la cuesta. Ahora va mi voz a tientas por el silencio. Lanzaré mis huesos al viento, ya no quiero pensar, ni siquiera parecer nada. No diré más nada. Nadie sabrá la causa de estas palabras calladas. Empiezo a huir de mí. Me iré lejos. Sin mí.

[LC]
Es difícil este poco de silencio, las palabras me hablan desde la corona de ángeles que tengo en mi cabeza. Que nadie diga que los dolores no emocionan, porque muchos saben que se muere fácilmente frente a la escritura. Mis manos buscan palabras en mi boca. La distancia no volverá a existir. Estas palabras son los versos que nunca escribí. Mi cuerpo es un madero que se incendia.

[LCI]
Acomodo mis huesos en el centro de la hoguera: ¿Qué puedo ser en este desierto colgando de una flor? Ya nadie podrá cambiar mi existencia, mi cielo fornicador; gastado por el sexo y la locura que pende de mis cabellos; ya nadie atizará con palabras este fuego rojizo. ¿Dónde la ceniza? ¿Dónde la escritura? ¿Dónde mis manos? Que alguien corrija esta osamenta de sombras y ceniza.

[LCII]
Mi palabra se hace destino. Cada vez que escribo, un silencio me nace y no veo caminar a nadie conmigo, nadie escucha lo que digo. Mi palabra es la sangre vertida por los caminos que me persiguen. La muerte se va escribiendo sola.

[LCIII]
Soy el que no se cansa de contar las cicatrices en su rostro. El que corre hacia sí mismo. El que cura sus heridas con orines. Soy ese que no tiene dónde caerse muerto. El único que desconoce estas palabras. Me da miedo la posibilidad de seguir viviendo. Me he cansado de ser el único milagro en este vacío.

[XCIV]
Que alguna palabra corone este silencio con puros huesos. Que la poesía me imponga otro esqueleto ahora mismo, porque temo que mi demonio sea tan cruel como el vacío que sólo hace sombras. Mañana van a faltar muchas palabras. ¿Qué podré decir entonces?

[XCV]
Estoy leyendo estos muertos desparramados en mi patio. Estoy quemando el fuego que enciende y apaga mis sueños. Las palabras ya no son las que digo, el silencio es mi voz. El fuego es el goce de mis oraciones. La ceniza: un eco lejano de lo que fui.

[XCVI]
Estas palabras se repiten como la muerte en un silabario incompleto. Pero es mi nadie quien escribe, es como un demonio que se pone a orar para otros demonios. Es el silencio quien escribe estas sílabas negras. Crepúsculo desangrado, yo no existo.

[XCVII]
En mis palabras habita un poema oscuro. Cada vez que escribo, el cielo se nubla, y los pájaros se pierden en el mismo limbo que siempre anidaron. Escribir siempre será un dolor de uñas arrancadas: cielo nublado, pájaros perdidos.

[XCVIII]
En mi dios reposan las desdichas, y un poco de saliva me obliga a escribir desde mis vacíos: escribir para enmendar el silencio, desde hoy me dedicaré a masticar mi ausencia, sé que todavía tengo la lengua negra de tanto estarme callando. Ya nada humano me conmueve.

[XCIX]
Sólo porque las palabras pueden ordenar este caos, sólo por eso puedo ser silencio. Porque nadie podría estar en el lugar de las palabras. Quizá por ello soy un dios sangrante, la nada escrita en la palma de una mano.

[C]
Los gusanos de mi muerte escarban felices en mi pecho, se sientan en mis huesos y siembran su dentadura en mi corazón. En otro lugar suena una campana negra y ellos sonríen, el viento se lleva la ceniza derramada, carne de mi carne, pobres gusanos míos, siempre inventándome.

[CI]
Las cosas que escribo son la contemplación de la distancia. Cada palabra pronunciada me dice que crío en mi casa un vacío más grande que el mismísimo cielo. Escribo de rodillas, y todos los venenos y palabras dejan de pesar en mis manos. Osario de vocablos, hueso informe de la nada. En la lejanía puedo ver una candela. Escribir es caminar en la media noche, sin ninguna lámpara que te alumbre.

[CII]
Entumecido cadáver vivo, tú que todo lo dices sin hablar. Tú que mendigas con las dos manos, sabes bien que esta sangre ya estaba envenenada. Sabes que no hubo mejor veneno que este que ahora te quema la vida. Ya ves que no me arrepiento de nada, yo fui el veneno.

[CIII]
Llegaré hecho sombra, no existirá mi fantasma. Mis huesos y mi sangre serán un recuerdo, unos rastros de olvido comenzarán a pesar en mi forma de escalera, y un perro hambriento lamerá estos huesos. Todo por amor al olvido.

[CIV]
Un cráneo rebalsando mariposas, un caballo galopando sobre las palabras que bebo como un vino ciego, unas manos diciendo adiós, como un gusano perdiéndose en la bruma de la carne, creo que sólo es alguien llorando un mar de ausencias en mi pecho, mariposa que se posa en los vanos de mi cráneo. Eran muchos caballos y hacía polvareda. Las mariposas siguen volando para saber que existen.

[CV]
Estas palabras son las preguntas de mi ausencia. El recuerdo, hoy no dice nada. Escribo envenenado y las sílabas sangran incontenibles. Temo que al atardecer no sepa qué rostro llevo conmigo. La escritura es mi último veneno.

[CVI]
Me incendio los ojos con estas palabras. Mi escritura hace sombras en cualquier paraíso. Entonces ocurre un exceso de sombras. La ceniza imita el trazo de una fiebre goteando de mi pecho, es demasiado tarde. Los ojos arden, son candelas de un silabario que nadie sabrá comprender. Mi lengua se hace una sílaba ensangrentada. Ya sólo soy una parte de mí. Arden las palabras.

[CVII]
Mi tormento posee un extraño nombre, se arrastra en mi corazón y es otro el que siente y llora el desconsuelo. Alguien muere por mí cada día, sin saber que ya no existo.

[CVIII]
¿Acaso mi única realidad es esta que nombro? ¿Acaso las palabras que digo son un camino distinto del que pienso? Otra persona me habita, otra sombra borra el viento de mis ojos. Todo animal cabe en mí, toda palabra sea escrita en mis manos. Bajo mi negra lengua oculto el rescoldo que alguna vez incendió las palabras. Soy ceniza escrita en el viento. La palabra ausente. ¿Qué estoy diciendo?

[CIX]
La muerte se confunde en mis palabras: porque mientras escribo, me voy dando cuenta que esta presencia no podrá existir en ninguna otra muerte.

[CX]
Quiero que ante el silencio, poesía, seas la única palabra escrita en el mundo. Deseo que guardes las penas del infierno para mí. No te olvides que yo quería cantar entre las higueras y los relámpagos. Porque hoy he mirado atrás y he visto los días tirados en el fuego, todos como un ángel muerto. Sus alas de ceniza aún se movían. La luz del relámpago terminaba al tiempo. Un sudor blanco me lava los ojos.

[CXI]
¿Qué palabras, qué sílabas hirientes quieren oír? ¿Cuántas palabras hacen falta para decir el silencio? ¿Cuánto sabe una lengua que ha lamido el paraíso de la sal en mi pecho? ¿Cuánto falta para la ausencia? ¿Qué palabras, qué silencios esperan de mí?

[CXII]
Mis días tienen una historia volcada como un charco de sangre. La vida es más antigua que yo, y me desconozco. Pero digamos que soy yo. Escribamos que invento un jardín para todas las sombras. Supongamos que hay poesía con mi silencio. Y que yo, todavía no sé quién puedo ser.

[CXIII]
Pasan entre mis huesos unas manos vacías: un alfabeto envenado. Hay señales de despedida cada vez que la ceniza habita mis ojos. Presiento que vienen los desterrados del Paraíso, los que inventaron las horas negras que mueven el silencio de los días. A fin de cuentas, todo esto es algo mío que ya no me pertenece. Quijada enterrada, pronuncio todos los muertos, nadie habla.

[CXIV]
¿Cómo dejar abiertos los poemas? ¿Cómo destruirse en ellos, en cada verso? La angustia con que persisten estas palabras, sabe perfectamente que la muerte borra, con su larga cabellera, todo lo que voy escribiendo en mis noches de desvelo.

[CXV]
Un ave oscura anida en mis manos, por ella imagino la sangre que va por mis venas, mi única palabra ardiendo, con alas negras, cerradas mis manos.

[CXVI]
Mi cielo es una sombra, y como una pena va amaneciendo, un caballo atraviesa mi memoria, y los caminos se hacen polvareda, desdicha perfecta en la distancia. Ya nada humano puede conmoverme.

[CXVII]
Esta forma de llevar un rostro de cenizas es mi desesperanza. Mi nombre despertando en un vientre nuevo es mi otro delirio. Pero siempre soy el signo insomne que escribe poemas en otro lugar, soy el sonido de las palabras a las que renuncia la memoria, cada vez que sepan algo de mí, sabré que siempre fui el extraño al que nadie esperó: hablo de otra muerte, una breve eternidad.

[CXVIII]
Temo que el silencio sea en verdad el silencio. Tiemblan mis carnes al presentir que cientos de pájaros negros quieran hacer nidos sobre mi nuca. Temo ver una luz volviendo con la desesperación chorreando de tus labios. No sé dónde ir para no ver llegar a los perros de la memoria. Alguien llora y susurra oraciones, amontona mis huesos de muerto.

[CXIX]
Estas sílabas negras son parte de algún silencio. Aquí en mi pecho las palabras renuncian a decir algún remedio. Todo está oscuro desde hace un buen tiempo. Un pensamiento sale de las cenizas, mi boca está muda. Una flor comienza a reinar sobre la muerte.

[CXX]
No sé cuál es mi lengua, ni cuál mi sombra; me arrastra como a un niño este malviento, el silencio debe ser una maldición errante, por eso camino, de extremo a extremo, con mis dientes astillados y una luz perdiéndose en mis ojos.

[CXXI]
Las palabras en el silencio crecen como la hierba en un prado. Pero cuando las escribo, siento que no son capaces de contener a la muerte. La escritura es un paso urgente hacia la desaparición, ensalmo de un instante más para mis manos vacías. Aquí pudo haber existido un reino inmenso, con verdes prados. Aquí pude inventar un lenguaje para respirar, y no lo hice.

[CXXII]
Habito un hueso enfermo y, a veces, debo asumir una voz que me quite del rostro los vestigios oscuros. Es mi nombre el que se convierte en una sombra por el exceso de soledad. Hay una ilusión que se va ahuecando en mis ojos, como un trago de vino, un día no seré más: veo piedras ardiendo en otros ojos.

[CXXIII]
Supongo que habrá un lugar donde pueda esparcir mis huesos, donde mi sangre no tenga que llamarse sudor. Presiento que tendré que inventarme el alivio o volará ceniza por mi espalda. Mi nombre es un desierto de oraciones con agua y fuego. En todas las regiones de mis sueños llueve y llueve.

[CXXIV]
Sólo acariciando pájaros blancos logro imaginar un par de ventanas abiertas al silencio, y entonces las palabras caen eternamente escritas, se hacen poemas largos y silentes, arrastrándose, campanas colgadas en el viento, un murmullo errante. Mis manos sangran, el viento atraviesa las ventanas.

[CXXV]
Pájaros estas palabras, atraviesan el silencio como si no tuviesen alas, y son sólo sueños, sombras nuevas que se mueven, aleteos y mármol, caligrafías extrañas, un gesto imposible de volar, aves solamente. ¿Dónde comienza la poesía?

[CXXVI]
Al otro lado del mundo las casas están vacías, un hombre llega cansado y su dolor lo derrumba. Sabe la estrategia del olvido y la existencia de la poesía. La destrucción del silencio es la escritura contra la muerte, la ficción de la memoria. Nadie muere.

[CXXVII]
Tuve una vez un gesto sano, dije que no me conocía, porque nunca pude ser yo, sino, solamente aquel camino que no llega a ningún lugar; quizá una voz, un balbuceo, una espera. Hoy tengo la honda seguridad de que no soy nadie.

[CXXVIII]
Acaso mi única realidad sea esta que nombro, no la palabra que digo, sino el silencio de la palabra que pienso. Escribo para buscarme, y estoy tardando en encontrarme. Tal vez lo único humano en mí sea la escritura.

[CXXIX]
La muerte es un gusano trazando caminos en mi pecho. Una lenta ofuscación, un atuendo de neblina que nos separa de muchas cosas. Demasiados funerales ahora que quiero vivir hasta que las palabras en mi boca sean únicamente signos leves, como la ceniza o la poesía.

[CXXX]
Quizá un día las palabras no existan, entonces la poesía cantará más allá de la ceniza, cansada de ser polvo y olvido.

[CXXXI]
La poesía existe, en ella moran las más grandes heridas, la poesía es, porque un día vamos a morirnos, en aquellos lugares donde se reúnen las palabras que nunca terminarán.

[CXXXII]
Hubo un tiempo, mi corazón era un árbol, y pájaros dormitaban, en silencio, como la sangre, sombras de un desierto. Hubo un tiempo azul, era corazón; aún arde la leña, cenizas. Ahora la noche está ciega, empiezo a escribir.

[CXXXIII]
Las palabras son lámparas vacías, se apagan con el viento, palabras como olvidos, sólo osamentas esparcidas en el camino, polvo amorfo y sal, luz que ya no existe. Aunque ceniza esparcida, la poesía no se acaba.

[CXXXIV]
Si alguien pudiera devolver la carne a mis huesos, si pudiesen acariciar a mis muertos; pero son otros mis fantasmas de carne, otro el silencio de mis manos, otra la ceniza que brilla en el centro de mis ojos. Nadie me devolverá nada.

[CXXXV]
Ahora que mis palabras se pierden entre las sombras, como nunca, necesito creer que existe un infierno azul creciendo debajo de mi lengua. Porque, a veces, mis noches se hinchan como un dios enfermo, y en mis ojos empiezan a brotar hierbas oscuras, entonces sé de memoria que en algún corazón, un pájaro vuela buscando otra noche.

[CXXXVI]
Desde hoy me dedicaré a pedirle cuentas al tiempo, a quitarle palabras al silencio. Mañana, acostumbrados a un infierno extraño, mis poemas cruzarán, lentamente, el umbral de su propia muerte, entonces serán eternos. Comenzarán las canciones. Larga sombra colándose en los postigos.

[CXXXVII]
Escribo para sentir que aún estoy vivo. Aunque escribir sólo sea la vana intención de restaurar cenizas. Aquí en estas oraciones moran mis huesos. Por más que hable de serpientes o palabras, aunque escriba silencios y letras muertas; huesos y desapariciones, siempre hablaré de oscuras ceremonias. Aunque sé que nunca más volveré a escribir.



Darwin Bedoya

_________________

La poesía de Leve ceniza nos transporta a un lugar
en el que existen pocos códigos para interpretarla
o demasiadas formas de entenderla.
¿Cómo se escribe la poesía necesaria para llegar a develar lo humano?
Cuando las palabras ya no dicen lo que deben decir,
¿cuál es el sentido de la poesía?
Las formas de la poeticidad, es sabido, son homogéneas,
y por lo mismo irreductibles; pero aquí,
en esta poetización de un lenguaje propio y sencillo,
también se instaura un caos generador de orden y lucidez,
así en los significantes como en los significados
y la poesía se transfigura,
traspasando aquello que se ha venido a llamar discursos herméticos
o aquellos que suponen una transparencia.
¿Entonces qué queda? La poesía extirpada a la poesía misma.
La poesía como la única posibilidad de fragmentarse a sí misma
para nacer de nuevo, para volver a cantar, a decir todo lo callado.
Y en este volver a decir no hay ninguna consideración.
Solamente la palabra sobre la palabra,
pulsación, plasma verbal, magma imaginario, violación de los límites,
oscuras ceremonias, huesos esparcidos y cantares y cenizas.
Esta es la poesía nacida del ser para el ser.

Walter L. Bedregal Paz




_______________
P.D. El Director y Coordinador de la "Serie: Letras de la poesía latinoamericana", Walter L. Bedregal Paz, luego de coordinar con los representantes del Grupo Editorial «Hijos de la lluvia», y el ganador del Premio Copé Internacional de Oro 2011 en el Género de poesía, Darwin Bedoya, quienes tienen los Derechos Reservados del libro «Leve ceniza», gentilmente nos han cedido la parte final del libro, publicado en el año 2010 por el Grupo Editorial «Hijos de la lluvia», aquí la parte culminante de este su libro.

Cuerpo enamorado / Carlos Mendoza / poesía puneña post dos mil

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Carlos Mendoza

Cuerpo enamorado

Colección de poesía contemporánea
Jaula de papel Nº 01
Grupo Editorial "Hijos de la lluvia"
pp.68 diciembre 2010
Juliaca Perú


Así presentamos a Carlos Mendoza, (Ayaviri, 1990) y complace al Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" publicar su primera entrega poética titulada Cuerpo enamorado. En 2005 escribe sus primeros versos. En 2007 inicia su carrera literaria integrando el Taller de literatura La tribu de los espantapájaros dirigida por Darwin Bedoya. Colaborando a la vez en las ediciones de la revista de literatura La rama torcida. Luego de innumerables desafíos y lecturas, reúne sus textos dispersos, sin orden cronológico en Cuerpo enamorado, colección de poesías que es el fruto de haber insistido sin quejas los últimos cinco años en la poesía.
Tras la publicación de este, su primer libro de poemas, luego de una vida aligerada se trasladará al Norte en busca de su voz, que asegura es original, y que la escucharemos en los libros inéditos que tiene en preparación.

  

Para leer este poema sólo basta tu sonrisa y tu imaginación


Anotaciones de tu cuerpo

Tu cabello se desnuda al compás del viento,
tu frente de nácar y ébano,
tus ojos que guardan un universo misterioso,
tus labios frutos de un jardín llamado cielo,
tus manos llenas de inocencia,
mujer echa de suspiros,
ataré a tu forma sencilla este poema,
y una mañana cualquiera
descubrirás el porqué
los animales no hablan
pero sí escriben

A manera de canción

Hemos sido a estas horas
el motivo perfecto para pensarnos
trasluce tus colores sobre estas hojas
que se tiñen con tu recuerdo
Oh! Mi princesa de castillos encantados
Oh! Mi doncella que aún no he rescatado
Temo la soledad caer como un gran yunque sobre mi cabeza de piedra
Ese sonido en mis imperceptibles oídos
me rompe las ilusiones
Toco tu prenda íntima con mis sueños
tengo el erotismo del fuego
sobre tus cabellos
duermo sobre tus pechos
que me dejan salir como un río a la luz de tus albas
de tus adorados y tiernos ojos negros…




I

Niña, tú que acaricias el cielo con una sonrisa
y le das color a mi alma,
tú que sabes el itinerario de la inocencia
el camino de la verdad aprendida
adónde irán los versos de este poema,
escritos bajo tu sombra, con tu recuerdo
niña de bondades/esta noche
quiero amar tu nombre.


II

Quise amar tu nombre
y se me escapó de los labios
el trino silencioso de tu aroma
primavera de ilusión inesperada
los niños te amarán también
como aman el timbre a la hora del recreo,
es tu sencilla forma de mirar el mundo
como un ave en pleno vuelo
o
como pez que se desnuda en el agua.


III

Dulce cristal
tus pupilas incandescentes
llorarías si se perdiera el hombre
que siempre te mira detrás de la ventana
y ligeramente a un lado de la tristeza.


IV

Esta vez escribiré
jugando con la lluvia y tu recuerdo
el matiz denso de tu cariño/yo aún no lo he sentido
pero no pierdo esta inspiración
ni aunque se caiga el cielo,
nunca terminaré este poema
porque nunca dejaré de mirarte.


V

Yo he sentido tus manos
una noche cálida de aplausos y luces
también tus ojos que se clavaban
en la desnudez de los míos
yo he sentido tu aliento muy de cerca
oxigenar mis sueños
y he sentido la ternura de tu ser
jugando conmigo.


VI

En cambio ahora
a veces me miras y creo sentir tu amor
a lo largo de la mañana
en el estío palpitante
una a una caen las horas
y volverás a partir de manera cruel
dejándome con el pecho abierto
y el corazón sangrando versos.





A propósito de Cuerpo enamorado:


Sé que es la profesión del crítico - esto significa que él ser vive de "pero no siempre para" - redactar resenciones, sobre libros y otros asuntos peores. Por eso, pasados ya doce meses de la publicación que en esta nueva oportunidad me conlleva a darle una revisión. Es grata la sorpresa - una vez más - ya que el libro Cuerpo enamorado, de Carlos Mendoza, como dicen, su primera opera prima trasuntó las expectativas del Grupo Editorial Hijos de la lluvia, quienes lo publicaron a fines de diciembre del 2010 - es decir tuvo primero en su contra "por decirlo de otra manera" un año, pero que significó nada, para lo que logró en su trayectoria, (éxitos en la III Feria Internacional del libro Arequipa 2011- setiembre) y que decir de sus presentaciones en Puno, Cusco y Tacna, el Sur fue su principal objetivo. No quisiera dejar de mencionar que también hubo publicaciones de poesía de sus coterraneos generacionales, que no pasaron de ser meras publicaciones - se quedaron en lo no canónico -, un discurso para el olvido, en relación a lo que debe ser la publicación de valor que puede ser incluido en el "Canon", esas otras publicaciones, para el que redacta esta nota, fueron solo manifestaciones artísticas de valor menos bueno, para los pseudoacontecimientos que tan solo tuvieron lugar por mero cumplimiento del deber y quejumbrosa explotación de capacidades para un entorno , que seguro sigue preguntándose por los impulsos que los conllevaron a seguir esas buenaventuranzas. Luego de leerlos, tuve que basarme en mi gusto de leer poesía, en mi capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo.

Este año - ya lo adelantó el autor "con 21 años recién cumplidos, invadirá la capital, con su segunda entrega" -. Pero, a lo que iba, el poeta con Cuerpo enamorado trata de examinar el peculiar sentido de la proyección del hombre metafísico, no social, sobre el quehacer poético y sobre el indeterminado sentimiento del proceso de una poesía puneña post dos mil, tal como ha quedado establecido en los estudios de la escasa crítica, pero crítica a la vez nuestra. El título del libro, de palabras del autor, viene de un poema de Jorge Eduardo Eielson: Miro mi sexo con ternura/ Toco la punta de mi cuerpo enamorado/ Y no soy yo que veo sino el otro... Camilo Fernández Cozman, en un análisis del poema, deja claro, que leer a Eielson, es no solo rendirle un homenje al poeta, que optó por el exilio... Pocas veces un poeta como Eielson ha llegado a reflexionar sobre el cuerpo con tanta hondura. Es como si descendiera a los abismos para emerger con un nuevo rostro al asomar el alba. Manifiesta.


Anotaciones de tu cuerpo

Tu cabello se desnuda al compás del viento,
tu frente de nácar y ébano,
tus ojos que guardan un universo misterioso,
tus labios frutos de un jardín llamado cielo,
tus manos llenas de inocencia,
mujer echa de suspiros,
ataré a tu forma sencilla este poema,
y una mañana cualquiera
descubrirás el porqué
los animales no hablan
pero sí escriben

En su poesía no podemos contemplar el difícil tramo que ha debido recorrer el hombre como poeta, más aún su palabra, hasta darle caza a sus sentidos virtuales, pero sí podemos descifrar los signos que de seguro le ofrecieron una tenaz resistencia, en la creación de sus versos, donde sólo entrevemos una armónica estructura, porque ese duro trabajo de forjar la poesía hace que su existencia final, que el poema quede desdibujado por haber cruzado con docilidad el enigma de la existencia de hombre y poeta.
En un poema podemos encontrar el summun poético – que siempre nos exigía, y de seguro nos seguirá exigiendo de un poema el poeta Percy Zaga -, infinitamente rico y variado; aproximarnos a su estructura privilegiada y, sin embargo cuánto tiempo y espacio hubo de recorrer la palabra, lo cual siempre fue y será mi preocupación, porque imaginar cuantos espacios pudieron haberla no sólo seducido sino intimidarla; y al final cuántas relaciones hubo de dejar hasta verse aliada con los ecos y silencios en la conclusión de su anhelada obra.


Para leer este poema sólo basta tu sonrisa y tu imaginación


I

Niña, tú que acaricias el cielo con una sonrisa
y le das color a mi alma,
tú que sabes el itinerario de la inocencia
el camino de la verdad aprendida
adónde irán los versos de este poema,
escritos bajo tu sombra, con tu recuerdo
niña de bondades/esta noche
quiero amar tu nombre.


II

Quise amar tu nombre
y se me escapó de los labios
el trino silencioso de tu aroma
primavera de ilusión inesperada
los niños te amarán también
como aman el timbre a la hora del recreo,
es tu sencilla forma de mirar el mundo
como un ave en pleno vuelo
o
como pez que se desnuda en el agua.


III

Dulce cristal
tus pupilas incandescentes
llorarías si se perdiera el hombre
que siempre te mira detrás de la ventana
y ligeramente a un lado de la tristeza.


IV

Esta vez escribiré
jugando con la lluvia y tu recuerdo
el matiz denso de tu cariño/yo aún no lo he sentido
pero no pierdo esta inspiración
ni aunque se caiga el cielo,
nunca terminaré este poema
porque nunca dejaré de mirarte.


V

Yo he sentido tus manos
una noche cálida de aplausos y luces
también tus ojos que se clavaban
en la desnudez de los míos
yo he sentido tu aliento muy de cerca
oxigenar mis sueños
y he sentido la ternura de tu ser
jugando conmigo.


VI

En cambio ahora
a veces me miras y creo sentir tu amor
a lo largo de la mañana
en el estío palpitante
una a una caen las horas
y volverás a partir de manera cruel
dejándome con el pecho abierto
y el corazón sangrando versos.
Si tan solo entendieran qué es poesía, los que eventualmente se reúnen para discutir – sería bueno públicamente -, porque resultaría divertido para algunos, para mí observarlos sería esencial, las discusiones sobre poesía, son el eje y la tarea primordial de la crítica, y aquellos que desempeñan esta labor, volviendo a la palabra, discuten mutuamente, pero en pacífica unanimidad. Esta unanimidad reina ante todo el vocabulario: la opinión, el juicio y el gusto son los conceptos básicos. Y para que la cadena de monólogos se convierta en una de diálogos, se juega un poco de ping pong: el uno opina que de todas maneras todo es cuestión del gusto, pero el otro opina que también hay gustos buenos y malos; el siguiente cree que las opiniones siempre son subjetivas, y el otro considera que, si están objetivamente fundadas, también pueden acercarse a la objetividad. De una de las esquinas exigen con signos de exclamación que se tenga valor para expresar la propia opinión, y de la otra de las esquinas contraatacan, exponiendo que más vale describir tan sólo, para dejar el juicio en manos del lector. Sin embargo nadie habla de la poesía en sí misma. De forma consciente o inconsciente se pasa por alto la cuestión de que la crítica es realmente y de lo que debería ser, de cuál es su función y cuál podría tener si realmente quisiera.

Porque a saber verdad, es arduo el oficio del creador: frente a la noche de la escritura, en la entraña puramente inaudible de los signos, traza contenidos y expresiones a su lenguaje; no se sabe cuándo podrá encontrarlos, pero se sabe cuando eso sucederá, brotará de su interior la luz del poema. Al llegar al mundo, el poema ofrece sus sonidos, abre sus ámbitos para expresar los significados de ese mundo interior mucho más inmenso que nuestro propio mundo, y el poeta no sólo construye el poema sino que anteriormente ha debido construir un plano, un lenguaje propio, que le permitirá optar por un nuevo significado o interpretación de la realidad, de su estancia en este mundo frío.


Siento la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos
Xavier Abril


A manera de canción

Hemos sido a estas horas
el motivo perfecto para pensarnos
trasluce tus colores sobre estas hojas
que se tiñen con tu recuerdo
Oh! Mi princesa de castillos encantados
Oh! Mi doncella que aún no he rescatado
Temo la soledad caer como un gran yunque sobre mi cabeza de piedra
Ese sonido en mis imperceptibles oídos
me rompe las ilusiones
Toco tu prenda íntima con mis sueños
tengo el erotismo del fuego
sobre tus cabellos
duermo sobre tus pechos
que me dejan salir como un río a la luz de tus albas
de tus adorados y tiernos ojos negros…

Para escribir este poemario Carlos Mendoza se ha despojado de toda erudición literaria e histórica que fue adquiriendo en el transcurso de su vida, sin ser devoto ni discípulo de nadie, ha dejado de lado también sus conocimientos del arte de olvidar. Es simplemente un poeta que lamenta con acentos casi desgarradores con un lenguaje propio, personal, mostrando ese borbotear que solemos atribuir a los jóvenes poetas, por decir a la poesía joven y que el lector acucioso ojalá encuentre en sus versos.

En pocos versos, Mendoza, describe la naturaleza no sólo del amor materno, sino también le escribe a la mujer: como algo que no tiene parangón en toda la tierra. Entre el dolor de la separación y la certeza del reencuentro con el ser amado se desarrolla parte del texto. Bien dicen que el amor es una de las facetas más importantes, la íntima convicción, contra toda previsión, razonable o no de lo ineludible de un definitivo encuentro.

Luis Hernández, el poeta que continúa encontrando unánime reconocimiento, decía que los actos del poeta, son solitarios, como aquellos del amor y de la muerte, frase de apariencia extraña, pero que encierra una verdad rotunda.

Espero haber cumplido la tarea, por estar en contacto con la literatura, mejor aún con la poesía, y peor aún por tener el compromiso que asumí cuando me propuse iniciar una nueva colección de poesía, que denominé Jaula de papel, la cual publicará a poetas jóvenes, tal vez mal llamados post dos mil. Apenas terminé de ahondar más sobre el libro Cuaderno de ceniza de Darwin Bedoya, que coincidéntemente tuvo el valor de ver la luz a finales del año (30 de diciembre, 2011); por el contrario, en el mejor de los casos, me volveré especialista, porque cuanto más en serio tome esa profesión "de crítico" y los compromisos diurnos o vespertinos, será claro al final de la jornada darme cuenta para quien o quienes escribo. Apasionadamente lo considero una tarea primordial, casi demasiado seria.

—Walter L. Bedregal Paz