Poemas para escaparse del cole y dedicarse a jugar PlayStation
Posted: martes, abril 07, 2020 by Walter L. Bedregal Paz in
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Poemas para escaparse del cole
y dedicarse a jugar PlayStation
Colección de poesía Cuadernos inútiles N° 06
Depósito legal BNP Nº 2020 – 02458
ISBN N° 978–612-4177–61-3
Págs. 64
1ra. edición, febrero, 2020
Lima – Perú
En este libro –usando la metapoética como estrategia–, el autor pone en juego algo más que la cuestión poética formal: pone en juego la opción de escribir desde el yo poético con una sencillez y posibilidad vitales. En cada página encontraremos las más grandes señales de sobrevivencia humana junto a un sentido de la ironía y el humor de un sujeto amablemente rebelde. La potencia lírica de estos poemas se apoya en la sentimentalidad y la ternura adolescente. En casi todo el libro se percibe un impulso, a veces redentor, a veces optimista y a veces delirante, apocalíptico que va generando el fuego lento que incendia esta poesía en prosa disfrazada de algunos poemas de amor.
En los patios de los colegios los niños se pelean por ser poetas
como antes se peleaban por elegir su juguete favorito.
–Albert Zinnelli
Este cuaderno de poemas fue hallado en la biblioteca de un colegio
de Educación Secundaria. Allí, en el segundo piso del mismo plantel,
en la remodelación de los estantes y en la codificación de una nueva
remesa de libros, entre papeles olvidados y revistas para incinerar, en
2010, se hallaron estos legajos que seguramente algún estudiante de
la promoción, según los registros y álbumes fotográficos, dejó escrito
con letra palmer en un cuaderno azul. Aquí están estos apuntes que
a primera impresión parecen poemas en prosa y a ratos parecen solo
diarios confesionales y por momentos textos en proceso y
borroneados de un adolescente estudiante de secundaria, aprendiz de
poeta. En la última página del cuaderno se pudo hallar unas líneas,
entre correcciones y tachaduras, en las que apenas se podía distinguir
que el autor de los textos no tuvo fiesta de promoción, varios párrafos
y estrofas de dichas líneas no se incluyen en el libro por razones
obvias. El bibliotecario que encontró el cuaderno comparte con
nosotros estas páginas, inéditas hasta hoy.
Al destino le gusta jugar a las canicas
El primer libro que leí
El primer libro que leí no era un libro. El primer libro que leí no era
realmente un libro de esos que todos tienen, era ―y esto es
absolutamente cierto—, mucho más que un libro. El primer libro
que leí tenía un título que jamás nadie antes pudo haber escrito ni
leído. El primer libro que leí tuvo una sola edición extraordinaria y
era absolutamente distinto a todos los demás. Ahora que ha pasado
tanto tiempo desde aquella vez y repaso mis lazos de amistad con
este libro, puedo decir que ha sido el mejor libro de toda mi vida.
En sus primeras páginas aprendí el secreto de la poesía. Ahora que
lo pienso más todavía, comprendo que en ese libro aprendí a leer y
a escribir. Recuerdo que apenas llegaba la tarde, el libro venía a mí
para compartir conmigo sus historias. (Aunque a veces yo iba hacia
el libro). Y yo le decía que quería leer una vez más aquella historia
en cada línea de su rostro; pero en realidad no eran historias, eran
poemas narrados. El primer libro que leí no era un libro. No sé
realmente cuántos otros libros habré leído, pero no he vuelto a
encontrar ninguna página igual a este libro. El primer libro que leí
no era un libro. Creo que a él le debo muchas cosas. Por ejemplo le
debo el hecho de poder saber que a esta hora alguien está leyendo
estas líneas. Le debo a ese libro el poema que ayer me hizo temblar
los ojos con solo una palabra. El primer libro que leí no era un libro.
Han pasado más de quince años desde que leí este libro y me
parece una eternidad. El primer libro que leí no era un libro. Mi
primer libro se llamaba Penélope. Ella fue mi primer libro. Ella me
enseñó a leer y escribir. Ella sabía los secretos más profundos de la
poesía. Las palabras, la música, la melodía, el verbo. Ella fue el gran
poema. Será tal vez por eso que desde que ella no está me he
dedicado a escribir libros y todos se los dedico a ella, aunque en las
primeras páginas de esos libros siempre escriba otros nombres.
Poema escrito en una pizarra negra, con tizas rojas
(Confesión en voz bajita)
Todavía se mueve un gusano en mi corazón cuando recuerdo las
confesiones que solía repetir en mis noches interminables: para mi
madre, además de un fracasado, soy como el ungüento sin color: que vale
para todo, pero que no cura nada. Para mi padre soy el hijo desaparecido
hace ya tanto tiempo, aquel llanto que nunca estuvo en la mesa a la hora
del almuerzo o de la cena; para el resto de la familia soy un loco aventurero,
un loco sin remedio, un simple garabato que el viento borrará una de estas
tardes. Para mi primera ex-chica siempre fui un inútil, ese que solo servía
para besarla en cualquier parte de su cuerpo. Para ella fui el amante
perfecto, ese que tocaba su puerta a las tres de la mañana solo para besarla
una única vez, en el alma. Para la segunda fui una mala inversión, porque
nunca tuve dinero para llevarla a una pizzería o a una discoteca. Ella me
preguntaba en las fechas de los concursos literarios: ¿Podrás algún día
conseguir un premio de verdad? ¿Cuándo vas a ser famoso? Y yo le
contestaba escribiendo un verso sobre su piel, con mis labios. Nunca supo
que gané, tres meses después, el concurso que ella quería. Para mi tercera
chica siempre fui un tipo que se la pasaba leyéndole versos o enviándole
poemas a su cuenta de Facebook. Ella que me hablaba de casarnos y tener
un par de hijos. Para ella fui una pérdida de tiempo, su peor fracaso.
Después de ella tuve otra mujer, pero de ella no quiero decir nada, solo que
por ella sigo escribiendo. Aunque una tarde me dijo que no escribiera su
nombre en ningún poema. Me repetía que nunca, nunca escriba poemas
sobre ella. Pero un día, de tanto tenerla en mí, secretamente, le escribí un
libro entero, pero para entonces ya me había dejado. Para mi chica actual
soy una voz detrás del teléfono móvil. Para ella soy una joya sepultada, el
tesoro que le robaron hace ya mucho tiempo. Para ella soy el frasco vacío,
el sueño más esperado que a veces, solo a veces, se vuelve en su mejor
pesadilla. Mientras algún día todo esto pase, sigo escribiendo para
no ser nadie. Por eso espero —asumiendo la extrema paciencia de
los astros—, algún día, ser, por fin, un deseo cumplido, solo eso.
Eulogio C. Ramos Bautista. (Moquegua, 1968). Docente de Educación Primaria. Licenciado en Computación e Informática. Tiene estudios de Derecho y una Maestría en Educación. Integró el Taller de Creación Literaria La Tribu de los espantapájaros, donde además, fue uno de los miembros fundadores. En 1999 publicó Fogatas de asombros, una plaquette de poesía surrealista en prosa. Posteriormente siguió publicando en zonas digitales una gran cantidad de poemas sueltos usando diversos seudónimos. En la revista de literatura Cuestión de suerte ha publicado microrrelatos. Trabaja como co-editor en el Grupo Editorial Hijos de la lluvia, especialmente en la colección de poesía contemporánea Cuadernos inútiles. Finalista en el XVII Concurso Internacional de Poesía Pluma de Fénix, 2009. Con el presente libro obtuvo el Premio Nacional de Poesía Horacio, 2016.