"Cuaderno de ceniza" de Darwin Bedoya
Posted: jueves, marzo 05, 2015 by Walter L. Bedregal Paz in
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Cuaderno de ceniza / Darwin Bedoya
Colección de poesía: Demonios interiores Nº 01
Grupo Editorial Hijos de la lluvia
132 pp. Diciembre
Lima, 2011
Cuaderno de ceniza tiene en sus páginas la carga de un cántico universal, el de las conmemoraciones eternas. El poeta no está libre de ese sentir generado al convertir en palabras la atmósfera de enigma que se respira al contemplar las huellas de la ceniza sobre la vida. Si tiembla el vértigo de las cosas en el verso, no hace falta retorcerlo para que cante: es entonces cuando leemos a un autor que, más que estallar la conmemoración para verle el contenido, se encuentra con los trozos ya separados, esparcidos y emprende la reconstrucción desde un asombro original, originario, con serenidad absoluta e implacable despojamiento ante el desconcierto.
Así, la captación de lo inasible se desentiende de la lógica exterior del mundo para abrir el pasadizo de la poesía. Esa lógica que va erigiendo interrogantes como ¿hacia qué extremo quiere oscilar ese péndulo de las tendencias que necesita separarse de sus evidentes cansancios y agotamientos? Bedoya señala las líneas de fuga que observa a su alrededor: un mayor calado simbólico-estético (línea de ahondamiento asumida explícitamente por la poesía actual) y un cierto estremecimiento abstruso, que ya ha producido libros espléndidos en otras latitudes del mundo.
En Cuaderno de ceniza se pretende conservar la mesura adquirida que otorga y requiere este tipo de poesía donde se va levantando el amor de las cosas que quedan cuando entendemos que es lo efímero lo que nos sobrevive. Hay, pues, en este Cuaderno de ceniza, trabajo definido y trascendida a la más seria reflexión. No aventura, quizá cierta experimentación, cierta exploración: la realidad —el destino humano identificado en cada instante— es lo suficientemente rigurosa y perentoria como para que le sea consagrada toda una obra poética, es decir todo un vivir poético a través de los huesos y la ceniza.
Creo que el autor, con una voz cuya sabiduría y dominio del lenguaje nos muestra la profundidad de sus intuiciones, otra vez nos conduce a sentir la intensidad lírica que hace de estos versos la posibilidad de volver a creer en la poesía. Quien tenga dudas del futuro de la nueva poesía de este lado del mundo, que abra este Cuaderno… y conozca la profunda reafirmación de una estética poseedora de revelaciones y cantares que nos hacen palpar los sentimientos, aquellos que nos acompañan y a la vez nos permiten reconocernos, en tanto presumimos que aún estamos con vida.
Walter L. Bedregal Paz
Presentación de "Cuaderno de ceniza", viernes 30 de Enero. Auditorio del Museo Histórico Regional Casa Garcilaso. (En el XIX Festival de Poesía "Enero en la palabra"). |
Lectura el libro "Cuaderno de ceniza". |
Luego de la presentación: Leoncio Luque Ccota, Boris Espezúa Salmón, Alfredo Herrera, Darwin Bedoya, Vladimir Herrera y Walter L. Bedregal Paz. |
En el Coffe Club Nirvana (Juliaca), Rubén Monrroy, Luis Pacho, Víctor Villegas, Hernán Flores (México), Héctor Hernandez Montecinos (Chile), Cristopher Bedregal Hinojosa y Walter L. Bedregal Paz. |
LOS ANIMALES DE LA NOCHE / 75
[Mapa de ceniza]
: aquel día, como si aconteciera la muerte de un dios, deposité los sueños del hombre sobre su pecho aún sangrante. Puse también, entre sus manos, un poco de sangre y hierba fresca, con el fin de mostrar al espíritu del viento que fue un tipo como ningún otro. Después, antes de abandonar su tumba, corté mi larga cabellera y la puse a sus pies, quise estar seguro de que guiaría su alma hacia el lugar donde viven todavía los hombres de su estirpe.
: ahora, después de mil años, todavía debe estar cabalgando presuroso hacia los nuestros. Mañana será parte del viento y de la gloria. Mañana en la misma batalla estaremos con él. Lo veré incendiando bosques. SERÁ UN PAISAJE LENTO. EMPEZARÁ A ENREDARSE ENTRE LOS CABELLOS POLVORIENTOS DE MI MADRE. SUS OJOS TODAVÍA CORONARÁN UN POCO DE ESPERANZA, PORQUE SE LE VE TAN LLENO DE CONTENTO QUE CUALQUIERA DIRÍA QUE NO ES ÉL.
: mucho tiempo después de que él me dejara olvidado en los jardines antiguos de su reino, supe que mi pensamiento no era más que un templo sumergido en la distancia, y que desde ese día la esperanza comenzaría a desgastarse entre mis manos. Ahora también sé que de nada sirve guardar las armas del reino en los rincones de mi memoria. Comprendo, al fin, que solamente sus pasos, como un viejo recuerdo, rondan, a duras penas, los límites de este reino. Presiento que nadie llegará hasta aquí, nadie cuidará el trono de mi padre, tal vez yo y mi nuevo silencio que ahora dejo sobre la aldaba de la puerta principal logremos intentar este viaje a la niebla. Intuyo que esta es la última verdad: ALGUNOS ANIMALES ESCARBARÁN FURIOSAMENTE EN MI SANGRE, BUSCARÁN LA ESPERANZA. Y antes de que sus garras den con mi corazón, siempre volveré a preguntarme: ¿Volverá mi padre pintado de sangre? ¿Volverá con sus cabellos humeando las palabras que no me supo decir?
: el dolor, la soledad, la angustia, un día de estos hallarán una frontera que les impida el camino hacia nosotros. Veo que los últimos hombres del reino bordarán los pliegues de su esperanza en una densa neblina. Porque aún se puede oír el llanto de algunos niños que cantan los sueños de aves enjauladas. Todos saben: el secreto del amor siempre fue su gesto de no creer en nada y conocer la muerte como las palmas de su mano. Estos hombres muertos que hay aquí, en este reino, escriben un signo funesto. Alguien se está dedicando a abrir las puertas del tiempo, sin ninguna compasión. Estos días, seguro que la observación minuciosa de las distancias y los vacíos y los matices de cada cosa, son el principal secreto de la vida.
: una reina de ceniza sigue siendo venerada. El Rey es un esqueleto seco, seco. Pero sus manos se mueven en los relámpagos del tiempo, más fuerte que cualquier fiera salvaje. Y la sombra del abuelo se dedica a elevar plegarias imposibles, como un silencio hundido en las más oscuras ceremonias. Nuestro reino empieza a palidecer. No hay palabras. Llueve. Echo de menos las campanas del reino. El silencio atraviesa, como un suspiro, las penas y los corazones. Ahora nuestros pasos son los pasos de una quimera que se apaga. Vienen los muertos, como las flores profundas, cantando el nombre estremecido del Rey. Vienen con la eterna victoria envuelta en sus banderas, los muertos. ¿Adónde arrastro este enorme esqueleto? Sé que mi fuerza es uno de los mejores recuerdos, y mi olvido, como un cernícalo hambriento, ronda furioso las últimas entelequias de mi padre.
[La prueba de ceniza]
: mil novecientos años después, cuando los hombres subieron a la montaña, lo primero que vieron fue su propia sombra deshaciéndose como hilachas. Así empezó nuestra procesión hacia el olvido. Aquellos días supe reconocer el paso del tiempo y también logré diferenciar los lamentos de los ancianos y niños que se quedaban atrás. NUESTROS RASTROS PARECÍAN UNA CAMINATA DE INSECTOS. Por aquellos días empezó la ceguedad de nuestros guías. Mientras que en algún lugar del camino, nuestros fracasos dormían como un perro cojo y sin dueño. De este modo fueron transcurrieron los años, bajo el sol durante el día y, en las noches, sombras como grillos saltando de un lugar para otro, guiándonos por el latido de los esquivos corazones y el sonido de las tripas, anudándose, en las panzas vacías.
: en esta larga huida, los hombres más valientes del reino, ya entrados en años, de improviso llegaron a la alucinación, entre desvaríos y lamentos enterraban sus manos en el silencio, pensando en un Rey, en un caballo lomo de piedra y cascos de hierro, en ese potro que los pudiera llevar lo más rápido posible hacia la muerte.
: algunos se enterraban junto a sus muertos. Después, entre todos esos cadáveres sembrados en el camino, solamente uno nos pudo interesar: el de el valiente sin nombre, el último que murió concibiendo los rituales del viento. En sus manos muertas encontramos una señal: descubrimos el camino indicado por la lluvia y el humano olvido. Dicen que él bebió sorbos interminables de tu sangre.
: hubo una temporada que caminábamos, otra vez, a tientas. Existió un amanecer, un instante en el que los hombres últimos del reino segaban las súplicas de su destino, a duras penas. Otros hombres se rasgaban las vestiduras y se afligían hasta el cielo. Encharcaban sus ojos hasta el ahogo; por eso, en los días posteriores nos acostábamos en las faldas de la tristeza y con un puñado de tierra rociada sobre nuestros sueños. Podíamos oír el lamento del hombre hijo del Rey, casi como una maldición. Cocinaba gatos y hurones a las tres de la mañana.
: aquellas veces teníamos los ojos inundados con el miedo y la desolación. NUESTRAS MANOS, DESESPERADAS AVES, SE POSTRABAN EN EL CALOR DE NUESTROS PECHOS, LENTAS, COMO FLORES SUAVES QUE MUEREN EN LA MESA DONDE SOLÍAN DESCANSAR LAS BARBAS DEL ABUELO. Presumo que jamás quisimos algo así. Presumo.
: había una mujer que se dedicaba a untar mis pómulos con bálsamos de sangre. Junto a mi lecho repetía, con suaves palabras, los nombres de los últimos sobrevivientes, sólo entonces mi memoria se colmaba de pájaros. Pero nosotros, exhaustos como estábamos, sentíamos la presencia de lo que algunos llaman vacío y otros desmoronamiento. Alguna vez, las terribles noches pudieron extirpar mis párpados con sus labios filudos. Alguna vez sus palabras venenosas trazaron en mi esqueleto el mapa de la ceniza. Entonces podía sentir cómo era que todos los fantasmas se mojaban.
: quisiera recobrar la sabia paciencia de la contemplación de las distancias, pero hay un chasquear de viejos árboles donde inflaman su buche los cernícalos, ellos presienten la inminente llegada de los diluvios. Seguro que nunca más podremos descender al lugar del tiempo y sus apariciones momentáneas.
: Ya no podré recordar que venía desde el centro de una tierra invisible. CABALGARÉ DESDE UN MUNDO CERCANO AL SOL. OLVIDARÉ QUE FUI EL ÚLTIMO HOMBRE QUE AL CERRAR LA FILA ESCUPÍA SUEÑOS Y A VECES ESPINAS. Jamás volveré a recordar que fui el que reconocía los cadáveres de los valientes y los ancianos. No habrá otra memoria para los esqueletos de mis padres, de mis hermanos. Ahora soy el cadáver de todos ellos.
(Coalaque, quebrada de los damascos, 1953. Libro décimo, Canto 72, Rituales de la oscuridad. Los animales de la noche. p. 96)
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P.D. Las primeras fotografías, pertenecen y han sido tomadas de: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1550252885259913&set=pb.100008256484891.-2207520000.1425558294.&type=3&theater. La última de la cámara del Ing. Rubén Monrroy.
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