Persistencia de la eternidad / Antología de poemas a la Madre

Posted: sábado, mayo 11, 2013 by Walter L. Bedregal Paz in
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Persistencia de la eternidad / Antología de poemas a la Madre 
Walter L. Bedregal Paz / Compilador
Colección de poesía: Malos remedios Nº 02
Grupo Editorial Hijos de la lluvia S.C.R.Ltda.

Primera  edición,  julio de 2012
Dimensiones 17 X 25 cms

Nº de Pág. 90

Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú Nº 2012 - 07450
Lima - Perú

   
Derechos exclusivos de edición
en español reservados
© Grupo Editorial Hijos de la lluvia S.C.R.Ltda. 2012
Gladys Hinojosa Aguirre
www.hijosdelalluvia.com
http://hijoslluvia.blogspot.com/
Teléfono: 051-322608 / Cel. 951-333723
Jr. Enrique P. Cáceres Nº 339 - Juliaca





Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura

Carlos Oquendo de Amat



Mi madre hablaba como la aurora y
como los dirigibles que van a caer.
Tenía cabellos color de bandera y
ojos llenos de navíos lejanos./
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.

Vicente Huidobro



Ahora
sin embargo 
Todo es más sencillo 
Tú muerte me ha convertido 
En el huérfano más triste de la noche 

Juan Cristóbal 



Desde el recuerdo
grato
de la sangre
te llamo
como un niño
que ha perdido sus juguetes

Edgardo Tello




Prólogo

Mercedes y yo


La muerte duerme placenteramente/ dentro de nosotros, en vigilia, / cuidemos que no despierte. Decía en un mensaje, de una de las escenas culminantes en Pamoslake, texto narrativo en el que llevaba al extremo las relaciones familiares. Ese tema preeminente en la literatura universal sirve de nexo para “forjar” –palabra que me gusta– esta antología de poesía a la madre, con la que pretendo hacer un retrato de familia, en ella participan poetas de reconocido prestigio, las mejores firmas emergentes y algunas jóvenes promesas que conformarán dentro de unos años el panorama poético nuestro. En total, más de una treintena de autores que hacen de esta una antología donde la ternura y el sentir humano hacen fiesta.
Ahora quiero escribirle a mi madre, a pesar que está lejos, porque sé que ella estará siempre con nosotros, en todos los instantes de nuestra vida, porque una madre jamás abandona el fruto de sus entrañas; largos años de consejos ella supo brindarme, sus manos llenas de callos reflejaron tanto trabajo… siento que es poco lo que hago con este humilde homenaje junto a las imágenes que hicieron vibrar el corazón de los poetas en distintos pueblos, en horas desiguales, ante credos poéticos y escuelas obedientes a sensibilidades diversas. Mujer de tantos esfuerzos para darme educación y siento en mi corazón que las gracias debo darle. La nieve de la experiencia supo pintar su cabellera, en su rostro note la complacencia y felicidad al conocer a sus nietos, David, Cristopher y Dana; sé que hoy, a pesar de su ausencia, debo sentirme dichoso de tener a su Eusebio, mi padre, a mi lado… 
Este es un tributo a tu amor. De esta manera sabré que aún estás con nosotros. Porque al verte ahora sólo en fotografías que guardamos en viejos álbumes de familia, desempolvamos nuevas compañías, que se convierten en recuerdos felices, que atesoraremos aprendiendo de los olvidos, más de cien palabras, tu única mirada, más de cien motivos para recordarte siempre, que valdrán la pena; ahora eres el ángel en el cielo que cuidarás nuestras vidas con anhelo, revivirás la esperanza cada día, sembrarás luceros para no perdernos en el camino.
Persistencia de la eternidad, es un libro colectivo de poemas sobre el mundo de las relaciones familiares en torno a la madre, en el que participan autores de diferentes generaciones y estéticas, una prometedora antología de poemas. [...] La madre es el tema que une todos los relatos que conforman esta antología escrita. No hay mucho más para decir sobre la trama porque, en realidad, no se trata de un libro con introducción, nudo y desenlace. Es otra cosa, y de ningún modo de un premeditado menester antológico. El libro tiene un fin, de lo selecto y pleno de las más bellas palabras, giros y poemas, que recuerdan a cada instante los afanes, sacrificios y dolores que lleva a cabo la madre, promoviendo que el mejor homenaje, éste y los años siguientes será recordarla. El poeta murciano José Selgas, al referirse a las madres decía: Las madres son las que cubren de ángeles la tierra. La madre es una cosa que el niño ama y el hombre olvida. 
Nada de lo que se escriba al respecto estará a la altura de lo que está escrito en el cielo, que confundo en las noches con una estrella fugaz que lleva tu nombre. Pero yo no olvido... porque aquí comienza lo que no se acaba: tu nombre y tu memoria. 
Madre, tú que has dado tanto, hoy debo agradecer rindiendo honor a tu memoria; sólo quiero que no me olvides donde te encuentres, solamente estás feliz en mis sueños donde te busco, quiero verte… aunque me dan pastillas para no soñar, todo cambia, lo sé, pero hay cosas que se resisten.

                                                                                                                                                    Tu hijo.





Por qué me quite del vicio
   No es por hacerles desaigre... Es que ya no soy del Vicio... Astedes me lo perdenen, pero es qui hace más de cinco años que no tomo copas, onqui ande con los amigos.
   Que si no me cuadran...? ¡Harto! Pa que he di hacerme el santito, si he sido reteborracho; ¡Como pocos lo haigan sido! ¡Per’ora si ya no tomo, manque me lleven los pingos!    Dendi antyes que me casara encomencé con el vicio; y aluego,ya de casado, tamién le tupí macizo... ¡Probecita de mi vieja! ¡Tan guena sempre conmigo! ¡Por más que le hice sufrir, nunca me perdió el cariño!
   Era una santa la probe, y yo, con ella, un endino, nomás pa que no sufriera, llegué a quitarme del vicio, pero, poco duró el gusto, la de malas se nos vino y una noche redepente, quedó com un pajarito.
  Dicen que juél corazón... yo no se lo qui haiga sido; pero sento en la concencia que jué mi vicio cochino el que hizo que nos dejara solitos ami y mi hijo. ¡un chilpayate di ocho años que quedaba guerfanito a la eda en qui hace más falta la madre con su cariño!    Me sentí disesperado de verme solo con mi hijo. ¡Probecita criatura! Mal cuidado...Mal vestido... Sempre solo...¡Ricordando al angel que bía perdido!  
   Antonces pa no pensar golví a darle recio al vicio, porque poniéndome chuco, me jallaba más tranquilo, y cuando ya estaba briago y casi jueras de juicio parece que mi dijunta, taba alli,¡junto conmigo!  
   Al salir de mi trabajo, me iba yo con los amigos. y aluego, ya a medios chiles, mercaba yo harto refino y regresaba a mi casa onde mi aguardaba mi hijo; y alli, ¡duro...! trago y trago, hasta ponerme bién pítimo. ¡Y ai estaba la tarugada!
   Ya endenantes les he dicho; lueguito vía a mi vieja que llegaba a hablar conmigo y encomenzaba a decirme cosas de mucho cariño, y yo, a contestar con ella, como si juera dialtiro cierto lo que estaba viendo, en tan y mientras que mi hijo se abrazaba a mi asustado, diciéndome el probe niño: -¿Onde esta mi mamacita? Dime onde esta papacito... ¿Es verdá que te esta hablando? ¿Cómo yo no la deviso...? - «¡pos que no la ve, tarugo, vaya a que li haga cariños!»..
   Y el probecito lloraba y pelaba sus ojitos buscando retiasustado a aquella a quen tanto quizo...    Una noche al regresar de estarle dando al oficio, llego y, al abrir la puerta, ¡ay, Jesús, lo que deviso! Hecho bola sobre el suelo, taba tirado mi niño, risa y risa como un loco y pegando chicos gritos. - ¿Qué te pasa? ¿Qué sucede? ¿Ti has guelto loco dialtiro?!  
   Pero intoces, en la mesa, vide al frasco del refino, que yo bía dejado lleno, interamenta vacío.   Luego luego me dí cuenta  y me puse retemuino: - «¿Qui has hecho, escuincle malvado? ¡Ya bebites el refino¡ ¡Pa qui aprendas a ser gueno, voy a romperte el hocico!...».
   Y aluego, con harto susto, que le hizo golver  el juicio, y con una vos di angustia que no he di olvidar, me dijo: - «No me pegues...No me pegues... Ni jui malo, papacito, ¡Jue pa ver a mi mamita como cuando habla contigo! ¡Jue pa qu›ella me besara y m›hiciera hartos cariños!»
   Dende entonces ya no tomo onqui ande con los amigos...  No es por hacerles desaigre, pero ya no le entro al vicio... Y cuando quero rajarme, porque sento el gusanito  de tomarme alguna copa, nomás me acuerdo de mi hijo, y antonces si ya no tomo ¡Manque me lleven los pingos!


Carlos Rivas Larrauri, (México, 1900 - 1944).
En: Del arrabal. (Editores mexicanos unidos, 1a. edición abril: 1997).



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