Persistencia de la eternidad / Antología de poemas a la madre

Posted: jueves, mayo 09, 2013 by Walter L. Bedregal Paz in
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Colección de poesía: Malos remedios Nº 02
Coordinación y Dirección: Walter  L. Bedregal Paz
Primera  edición,  julio de 2012

© Persistencia de la eternidad / Antología de poemas a la Madre 
   
© Walter L. Bedregal Paz / Compilador
    http://walterbedregal.blogspot.com/
    desvarioliterario@hotmail.com

Derechos exclusivos de edición
en español reservados
© Grupo Editorial Hijos de la lluvia S.C.R.Ltda. 2012
Gladys Hinojosa Aguirre
www.hijosdelalluvia.com
http://hijoslluvia.blogspot.com/
Teléfono: 051-322608 / Cel. 951-333723
Jr. Enrique P. Cáceres Nº 339 - Juliaca


Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú Nº 2012 - 07450


Editor: Darwin Bedoya
Diagramación/ composición/ diseño de portada e interiores:
David C. Colquehuanca Añamuro
Digitación: Maryluz Cayllahua Jihuallanca
      Edith Carolina Apaza Cutipa
      Dulia Zulma Cala Vilavila
Diseño de la colección: Eulogio Constantino Ramos Bautista
Concepto: Carlos Mendoza


Impreso y hecho en el Perú / Printed in Perú





 Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura

Carlos Oquendo de Amat



Mi madre hablaba como la aurora y
como los dirigibles que van a caer.
Tenía cabellos color de bandera y
ojos llenos de navíos lejanos./
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.

Vicente Huidobro



Ahora
sin embargo 
Todo es más sencillo 
Tú muerte me ha convertido 
En el huérfano más triste de la noche 

Juan Cristóbal 



Desde el recuerdo
grato
de la sangre
te llamo
como un niño
que ha perdido sus juguetes

Edgardo Tello




Prólogo

Mercedes y yo


La muerte duerme placenteramente/ dentro de nosotros, en vigilia, / cuidemos que no despierte. Decía en un mensaje, de una de las escenas culminantes en Pamoslake, texto narrativo en el que llevaba al extremo las relaciones familiares. Ese tema preeminente en la literatura universal sirve de nexo para “forjar” –palabra que me gusta– esta antología de poesía a la madre, con la que pretendo hacer un retrato de familia, en ella participan poetas de reconocido prestigio, las mejores firmas emergentes y algunas jóvenes promesas que conformarán dentro de unos años el panorama poético nuestro. En total, más de una treintena de autores que hacen de esta una antología donde la ternura y el sentir humano hacen fiesta.
Ahora quiero escribirle a mi madre, a pesar que está lejos, porque sé que ella estará siempre con nosotros, en todos los instantes de nuestra vida, porque una madre jamás abandona el fruto de sus entrañas; largos años de consejos ella supo brindarme, sus manos llenas de callos reflejaron tanto trabajo… siento que es poco lo que hago con este humilde homenaje junto a las imágenes que hicieron vibrar el corazón de los poetas en distintos pueblos, en horas desiguales, ante credos poéticos y escuelas obedientes a sensibilidades diversas. Mujer de tantos esfuerzos para darme educación y siento en mi corazón que las gracias debo darle. La nieve de la experiencia supo pintar su cabellera, en su rostro note la complacencia y felicidad al conocer a sus nietos, David, Cristopher y Dana; sé que hoy, a pesar de su ausencia, debo sentirme dichoso de tener a su Eusebio, mi padre, a mi lado… 
Este es un tributo a tu amor. De esta manera sabré que aún estás con nosotros. Porque al verte ahora sólo en fotografías que guardamos en viejos álbumes de familia, desempolvamos nuevas compañías, que se convierten en recuerdos felices, que atesoraremos aprendiendo de los olvidos, más de cien palabras, tu única mirada, más de cien motivos para recordarte siempre, que valdrán la pena; ahora eres el ángel en el cielo que cuidarás nuestras vidas con anhelo, revivirás la esperanza cada día, sembrarás luceros para no perdernos en el camino.
Persistencia de la eternidad, es un libro colectivo de poemas sobre el mundo de las relaciones familiares en torno a la madre, en el que participan autores de diferentes generaciones y estéticas, una prometedora antología de poemas. [...] La madre es el tema que une todos los relatos que conforman esta antología escrita. No hay mucho más para decir sobre la trama porque, en realidad, no se trata de un libro con introducción, nudo y desenlace. Es otra cosa, y de ningún modo de un premeditado menester antológico. El libro tiene un fin, de lo selecto y pleno de las más bellas palabras, giros y poemas, que recuerdan a cada instante los afanes, sacrificios y dolores que lleva a cabo la madre, promoviendo que el mejor homenaje, éste y los años siguientes será recordarla. El poeta murciano José Selgas, al referirse a las madres decía: Las madres son las que cubren de ángeles la tierra. La madre es una cosa que el niño ama y el hombre olvida. 
Nada de lo que se escriba al respecto estará a la altura de lo que está escrito en el cielo, que confundo en las noches con una estrella fugaz que lleva tu nombre. Pero yo no olvido... porque aquí comienza lo que no se acaba: tu nombre y tu memoria. 
  Madre, tú que has dado tanto, hoy debo agradecer rindiendo honor a tu memoria; sólo quiero que no me olvides donde te encuentres, solamente estás feliz en mis sueños donde te busco, quiero verte… aunque me dan pastillas para no soñar, todo cambia, lo sé, pero hay cosas que se resisten.

                                                                                                                                                    Tu hijo.



El brindis del bohemio 


En torno de una
mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus
risas escapaban
en espirales se
elevaban al cielo,
simbolizando al
resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los
labios había risas,
inspiración en
todos los cerebros,
y repartidas en la
mesa, copas
pletóricas de ron,
whisky o ajenjo.

Era curioso ver
aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la
palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa
y delicada, la música
de un verso.

A cada nueva
libación, las penas
hallabanse más lejos
del grupo, y nueva
inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto
que venía en alas
del recuerdo.

Olvidaba decir que
aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre
risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año
que amarguras dejo
en todos los pechos,
y la llegada,
consecuencia lógica
del «feliz año nuevo».

Una voz varonil
dijo de pronto:
Las doce, compañeros
digamos el requiescat
por el año que ha
pasado a formar
entre los muertos.

¡Brindemos por el año
que comienza!
Porque nos traiga
ensueños, porque no
sea su equipaje
un cúmulo de amargos
desconsuelos.

Brindo, dijo otra voz,
por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores
del destino.

Por la esperanza,
nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel
nuestro camino.

Brindo porque ya
hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi
frente mi venganza.

Si en mi cielo de
tul limpio y divino
no alumbraba mí sino
una estrella brillante
mi esperanza.

¡Bravo! Dijeron todos
inspirado esta noche
has estado y hablaste
bueno, breve
y sustancioso.


El turno es de Raúl
alce su copa y
brinde por Europa,
ya que su extranjerismo
es delicioso.

Bebo y brindo.
Clamó el interpelado,
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de
amor y alegría,
y en el que hubo
mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron en
la frente mía.

Brindo por el ayer
que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce
sus consuelos
trayendo hasta mi
mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios,
de desvelos.

Yo brindo- dijo Juan-
porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina
y seductora.

Porque vibre en las
cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta
y que enamora.

Brindo porque mis
versos cual saetas
lleguen hasta las grietas
formadas de metal
y de granito, del
corazón de la mujer
ingrata que a desdenes
me mata pero que
tiene un cuerpo
muy bonito...

Porque a si corazón
llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me
causan embelesos.

Porque con creces
mi pasión me pague.
¡Vamos! Porque
me embriague con el
divino néctar
de sus besos.

Siguió la tempestad
de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas
partes acomodo,
y en cada frase de
entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y
reír y todo.

Se brindó por la patria,
por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar
de una ventana.

Y por esas pasiones
voluptuosas que el
fango de placer llena
de rosas y que
hacen de la mujer
la cortesana.

Solo faltaba un brindis,
el de Arturo
el del bohemio puro,
de noble corazón
y gran cabeza.

Aquel que sin
ambages declaraba
que solo ambicionaba
robarle inspiración
a la tristeza.

Por todos estrechado,
alzo la copa frente
a la alegre tropa
desbordante de risas
y de contento.

Los inundo en la luz
de una mirada,
sacudió su melena
alborotada y dijo así,
con inspirado acento.


Brindo por la mujer,
más no por esa
en la que hallais
consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer
desventurados.

No por esa que os
brinda sus hechizos
cuando besais sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por
ella, compañeros,
siento por esta vez
no complaceros.

Brindo por la mujer,
pero por una,
por la que me brindó
sus embelesos y me
envolvió en sus besos
por la mujer que me
arrullo en la cuna.

Por la mujer que me
enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo
y verdadero
por la mujer que me
arrullo en sus brazos
y que me dio a pedazos,
uno por uno, el
corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios,
por la anciana que
piensa en la mañana
como en algo muy dulce
y muy deseado,
porque sueña tal vez,
que mi destino
me señala el camino
por el que volveré
pronto a su lado.

Por la anciana
adorada y bendecida,
por la que con su
sangre me dio vida,
y ternura y cariño.

Por la que fue la luz
del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza
en su corpiño.

Por esa brindo yo,
dejad que llore
que en lágrimas desflore
esta pena letal que
me asesina.

Dejad que brinde por
mi madre ausente,
por la que llora y
siente que mi ausencia
es un fuego
que calcina.

Por la anciana infeliz
que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto
a estar con ella.

Por mi Madre, bohemios,
que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de
mi vida, estrella.

El bohemio callo
ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor
y la ternura.

Y pareció que sobre
aquel ambiente,
flotaba inmensamente
un poema de amor
y de amargura.


Martín Aguirre y Fierro, San Luis Potosí, México. (1887 - 1949).


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